XI

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A la mañana siguiente, el arrepentimiento me carcome por dentro. No porque besara a Jungkook, sino por lo que pasó o no pasó después. Debería haberle preguntado por las cosas que dijo su padre. Debería haberle preguntado qué era lo que le molestaba en el camino de vuelta a mi casa, pero no lo hice.
Quizá simplemente me asustaba la verdad, pero ahora aquí estoy, tumbado en la cama y preguntándome cuál es la verdad y qué se le pasó a Jungkook por la cabeza después. Me está volviendo loco. He dejado entrar en mi vida a un muchacho misterioso y aparentemente complicado, pero intentar descifrarlo está haciendo que deje de pensar en todos mis propios problemas. Quiero preguntarle por todo lo que le molesta, pero… ¿y si espera lo mismo por mi parte? ¿Y si no puedo lidiar con sus demonios? Cuando era niño, me moría de ganas de crecer, pero ahora sé que no es tan bonito como lo pintan. Llevo estancado en los diecisiete durante dos años.
Mi vida no terminó esa noche en el sentido literal… Todavía respiro, pero es como si el tiempo estuviera en una pausa continua. No me sentía espectacular antes, pero ahora es que no me siento ni normal. No sé qué hacer a partir de aquí. No es que quiera vivir con mi madre y trabajar en el restaurante para siempre… pero no preveo mucho futuro para mí. Todo lo que creía saber sobre la vida ha resultado ser erróneo. No puedo confiar en la gente solo porque conozca su nombre. Tengo que aprender a valerme por mí mismo para poder superar los obstáculos que la vida me imponga.

¿Cómo? Todavía estoy intentando averiguarlo. A veces es más fácil vivir en la miseria que salir a rastras de ella. Cuando estoy con Jungkook, quiero intentarlo. Me agarra de la mano un poquito más fuerte cada día, cuando hago cosas que no me he permitido hacer en muchísimo tiempo. Me da un poco de la fuerza que no tenía antes, y me hace atisbar cómo podría ser mi vida si aprendo a dejar salir parte de la ira y la culpa que siento. Me debo a mí mismo intentarlo al menos.

Cuando por fin salgo de la cama, solo faltan veinte minutos para que empiece mi turno en el trabajo. Me ducho en un santiamén.
Salgo por la puerta con una camiseta roja de Bonnie’s y unos vaqueros desteñidos a cinco minutos de empezar el turno. El aire está empezando a refrescar con cada día que pasa; no falta mucho para que cambie las camisetas por jerséis y un abrigo.
Me ducho sin dejar que el agua me escalde la piel y conduzco hasta el restaurante sin entrar en pánico. Va a ser una ardua batalla, pero sé que llegará el día en que pueda concentrarme más en las cosas positivas que en las negativas.

Cuando entro por la puerta trasera del restaurante, saludo a los cocineros y me gano unas miradas llenas de curiosidad por parte de ambos.
Por norma general no hablo mucho con nadie, aparte de con mi madre o Jisoo; encerrarme en mí mismo hace que mi vida sea más fácil, aunque no más feliz. —¿Qué bicho te ha picado esta mañana? —inquiere mi madre apareciendo por la esquina.
—Solo estoy intentando mirar la vida desde una perspectiva distinta —respondo al tiempo que me ato el delantal a la espalda. Me pone la mano en el brazo para detenerme.
—Mira, Jimin, siento haberte gritado la otra noche. Es solo que no quiero que cometas los mismos errores que yo. —

Su voz es suave y tranquilizadora. Quiero decirle que no pasa nada; probablemente haya cometido errores que ella no cometió pero, como siempre, no pronuncio palabra.
—Solo somos amigos. No tienes de qué preocuparte —digo y sonrío al acordarme de todos y cada uno de los segundos en los que sus labios tocaron ayer los míos.

Es un momento que no olvidaré fácilmente.
—Bueno, has cambiado a mejor desde que lo conociste, así que debe de estar haciendo algo bien. —Sonríe y se va.

Cuando la mañana llega a su fin, tengo los ojos pegados a la puerta, esperando a que entre Jungkook. Dijo que a lo mejor venía a verme, así que me he estado aferrando a la esperanza de que lo haga toda la mañana. El estómago se me encoge un poco más a cada minuto que pasa. Cada vez que escucho el timbre de la puerta, giro la cabeza para ver si es él, pero nunca lo es. Cuando termina mi turno, conduzco hasta casa con nada más que Jungkook en la cabeza; lo guapo que está cuando sonríe, su olor y cómo me hacer sentir cuando está cerca. Me muero de ganas de verlo otra vez, pero me temo que debe haber una razón por la que no se haya presentado hoy.
Y si soy franco conmigo mismo, le temo al rechazo. Al entrar en la ducha para quitarme el olor a frito y a beicon del pelo, me acuerdo de todas las veces que Tae venía a casa cuando terminaba de trabajar. Se movería a propósito para acercarse todo lo posible a mí y me olería más de lo que yo nunca creí posible.
—Umm, hueles a beicon —diría.

Everthing [Kookmin adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora