Me toca trabajar hoy y la distracción no podría venirme mejor. Tras ver a Tae marcharse ayer, mi corazón no puede soportar otro día tan doloroso y desgarrador como ese.
Además, me preocupo demasiado por Tae y no quiero volver a ver esa expresión de dolor en sus ojos y saber que he sido yo la causante. Me pongo unos vaqueros oscuros y la camiseta roja del Bonnie’s Diner y luego me examino en el espejo. Tal y como predije, mis ojos están hinchados y rojos después de pasarme casi veinticuatro horas llorando, cual maratón. Me echo corrector en los párpados inferiores, lo último que quiero es que todos mis clientes me pregunten qué me pasa. Es más fácil si me comporto como si solo fuera un día normal y corriente más.Cuando me satisface mi aspecto, cojo las llaves y salgo a la calle. Sin darme cuenta siquiera de lo que hago, me quedo parado mirando fijamente a la casa de Tae. A saber qué es lo que está haciendo en estos momentos.
¿Echa ya de menos Carrington? ¿Le gusta su nuevo compañero de habitación? No obstante, no puedo permitirme obsesionarme con eso.
Ahora toca entrar en el coche y enfrentarme a mi nueva rutina. Pero no deja de ser una mierda que mi normalidad sea cada vez más desagradable. Una vez pensé que lo tenía todo, pero desde aquella noche he sido infeliz y he estado solo. Taehyung ha sido mi única excepción durante los dos últimos años y ahora ya no está. Estoy perdido. De verdad que no tengo ni idea de cómo avanzar con mi vida. Quiero decir que no puedo ir a peor, pero ya he pensado eso mismo antes y siempre parece haber un hoyo más hondo en el que caer. Algunos días no sé siquiera si puedo continuar viviendo.¿Para qué? Cuando entro en el aparcamiento de detrás del restaurante, aparco y apoyo la frente sobre el volante. Solo pensar en sobrevivir al día entero hace que me cueste respirar. Es como si alguien estuviera sentado sobre mi pecho sin intención ninguna de bajarse.
Respiro hondo unas cuantas veces para intentar que mis pulmones se llenen de aire y suavicen mi miedo, pero me está costando recuperar el control. A veces cerrar los ojos e imaginarme que estoy sentado en la playa mirando al lago ayuda, pero estoy tan abrumado que ni siquiera eso funciona hoy. No tener control sobre mis emociones es como ir en un coche a toda pastilla y sin frenos, o como tener sujeta la caja torácica en un torno de banco y que te apretaran. Me siento desesperado y perdido, y no tengo ni idea de cuándo va a parar todo esto.
Quizá nunca.
Cuando por fin vuelvo a tener sensibilidad en las manos, quito las llaves del contacto y me dirijo al interior del restaurante. Ficho y me coloco el delantal negro en la cintura. Van a dar las siete y la clientela de por la mañana llegará en cualquier momento. Nuestro pueblo solo tiene dos restaurantes y Bonnie’s es el único que abre para el desayuno. Normalmente suele estar lleno de granjeros que vienen para comparar observaciones sobre la cosecha o de otros vecinos que buscan evitar sus propias cocinas.
El trabajo es sencillo y un poco mundano, pero es todo lo que puedo soportar ahora mismo.Hay tres camareros cada mañana y cada uno de nosotros nos encargamos de ocho mesas. Yo prefiero quedarme con las mesas más cercanas al ventanal porque la gente suele hablar menos cuando está observando a los transeúntes. Localizo al grupo de granjeros jubilados que suelo atender sentados a la mesa más cercana a la puerta. Les encanta venir a las siete en punto y quedarse charlando hasta bien pasadas las nueve. No me molestan porque pueden quedarse debatiendo sobre el precio actual del maíz sin darme mucho la lata siempre y cuando mantenga llenas sus tazas de café. Son cuatro y siempre piden lo mismo cada mañana para desayunar. Francamente puedo decir que hay días que no abro la boca con ellos durante las dos horas que pasan aquí.
—Hola, no te he visto ni entrar —dice mi madre abrazándome por la cintura.Apoyo la cabeza en su hombro y respiro el conocido aroma de su perfume. Ha estado echándose el mismo desde que tengo memoria y siempre me tranquiliza y me calma. Me transporta a una época donde todo iba bien y el único debate mental que tenía era decidir qué ponerme ese día.
—Llegaba tarde y me fui directa a las mesas —digo y levanto la cabeza para ver si todos los clientes están siendo atendidos
—Es un día tranquilo hoy. Podrías irte a casa si quisieras. Podemos apañárnoslas. —
Me suelta la cintura y empieza a preparar una nueva tanda de café. Pondero la idea de irme a casa, pero sé que si lo hago no seré capaz de evitar sentir. Me encerraría en mi cuarto y lloraría hasta que los ojos se me pusieran como dos verdugones. Al menos aquí puedo mantenerme distraído.
—No, me quedo. Necesito el dinero —digo. Eso no es totalmente cierto. Llevo trabajando aquí casi tres años y no me he gastado apenas un centavo. Mi madre me sonríe antes de coger la cafetera llena y de volver fuera para servir a más clientes. A veces creo que le preocupa que la única razón por la que no haya ido a la universidad sea porque no me lo puedo permitir. Odio que se sienta así, pero es más fácil dejar que piense eso a explicarle la verdad. Sobre las diez, la señora Carter entra para tomarse un rollito de canela y un descafeinado. Es viuda y rondará los ochenta y cinco años.
No creo que tenga familia en el pueblo porque siempre viene sola. Es la clienta más charlatana de todos los que tengo, pero no me importa porque es la mujer más dulce del mundo y no se mete demasiado en mi vida.
—Se te ve cansado hoy, Jimin —me dice mientras le lleno la taza de café por segunda vez.
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Everthing [Kookmin adaptación]
FanfictionAdaptación de el libro Cada vez que llueve. Todos los derechos a la autora de la historia.