Capítulo I

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Bueno chicas, después de la espera... legamos al "presente".

Espero que lo disfrutéis <3


PD: Disculpad si hay errores que no he tenido mucho tiempo de corregirlo...




Actualidad: Junio, 2021


Kerem



Sujeté la mano de Anja y le dediqué una sonrisa mientras caminábamos por los pasillos del hotel en el que nos íbamos a hospedar durante unos días en Roma. Sabía que no estaba muy satisfecha con volver a Milán, y es por eso que quizás me estaba excediendo en simpatía. Desde que le había comentado que quería volver para comenzar con la empresa junto a mi hermano y que seguiría trabajando a distancia en la que ya estaba en Berlín, nuestra relación había dado un bajón; aunque quizás era muy optimista por mi parte pensar que no había algo tambaleándose desde antes.

—¿Mañana adónde me vas a llevar? —preguntó coqueta, acercándose a mí una vez entramos en el ascensor.

Respondí con una sonrisa, juntando mi nariz con la suya.

—¿No era que te encantaban las sorpresas? —Vacilé, alzando ambas cejas— Sé más paciente, mañana ya te enterarás.

Era su primera vez en Roma, por muy difícil que resultase de creer.

Anja era una mujer que pertenecía a una familia adinerada pero, a pesar de todo, tenía los pies en la tierra. Puede que fuese de las personas más trabajadoras que conocía: responsable, insistente y perfeccionista. No me atrevería jamás a competir con ella, porque sabía que me ganaría y me daría una paliza.

—Pero también sabes que me gusta que alimenten mis ilusiones —me miró con un puchero y acto seguido depositó un beso casto en la comisura de mis labios.

—Si te doy todo lo que pides al final te cansarás de mí —bromeé, entreabriendo los labios al sentir aquel beso.

No iba a mentir, esperaba más.

La miré alejarse aún con la boca entreabierta, y tiró de mí para salir del ascensor.

—¿Es eso posible?

—¿Cansarte de mí? —Me hice el pensativo mientras caminaba tras ella, esta vez siendo ella la que me arrastraba por los pasillos— En realidad no lo creo, porque soy bastante divertido —vacilé, sonriendo—, pero necesitaba una excusa.

Acto seguido, nos metimos en la suite.

Y el resto de aquella noche ya os lo podéis imaginar.

Los cuatro días que nos quedamos en Roma transcurrieron como lo esperaba; de maravilla. Sabía que aquel plan no podía fallar para limar las asperezas que habían surgido entre Anja y yo durante las últimas semanas. Por un momento, sentí que todo volvía a encajar de la misma manera en la que lo hizo al principio. Unos días ideales, en una relación ideal.

Pero, como todo lo bueno, estos días ideales habían llegado a su fin.

Nuestro siguiente destino era Milán.

Habíamos hablado de esto un par de veces tras planificar el viaje y es que yo ya venía con la idea de mudarme a Milán, a pesar de que tendría que volver a Berlín de vez en cuando durante el último año para cerrar del todo uno de los últimos proyectos con los que me había comprometido allí. No obstante, para Anja no era tan fácil. Tras discutirlo un par de veces, habíamos quedado en que terminaría mudándose conmigo, o que al menos íbamos a intentarlo, pero no parecía estar del todo convencida y ese era uno de los motivos principales por los cuales llevábamos unas semanas algo hostiles.

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