Prólogo

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Sobre Hande

Hande y Layla posaron juntas para la foto. Estaban vestidas prácticamente iguales, y con una ilusión reflejada en sus rostros que en aquel momento nada ni nadie en la vida podría superar. Layla, que era unos meses más pequeña que su prima Hande, puso un mechón de pelo que caía por el rostro de la muchacha detrás de su oreja y, tras sonreírle y darle un par de palmaditas suaves en la mejilla, volvió a mirar hacia delante para dedicarle una sonrisa llena de huecos vacíos en su dentadura a la cámara.

    Hande tenía seis años. Era una niña carismática con un brillo particular en sus enormes ojos marrones, que parecían imposibles de atravesar. Aquel brillo que ahora destellaban aquellas orbes oscuras era de esperanza, alegría e ilusión. Pero no hace mucho, estaba apagado, triste y exasperado.

Los padres de Hande murieron hacía seis meses, y ahora la morena formaba parte de la familia Vitale-Erçel. Cuando el trágico accidente ocurrió, sus tíos, que recientemente se habían mudado a Italia, tuvieron que pasar a hacerse cargo de la pequeña que acababa de sufrir aquel catastrófico desenlace. A pesar de su corta edad, había sido muy consciente de lo ocurrido, sobre todo porque echaba de menos acurrucarse contra el pecho de su madre por las noches y escuchar cómo su dulce voz narraba tantas de las miles historias infantiles que a ella le encantaban. Su tía Damla no lo hacía mal tampoco, pero no podría superar a su madre. Eso jamás.

Cuando los Vitale-Erçel volvieron a Estambul para realizar todo el papeleo necesario para que su sobrina pasara a estar bajo su tutela, Hande no concebía la idea de que ahora sus padres fueran a ser otras personas. Sobre todo unas personas a las que apenas había visto en lo poco que llevaba de vida. No obstante, cuando Layla le agarró de la mano por primera vez y le dedicó una tímida sonrisa llena de inocencia, Hande no se puedo sentir más arropada. Ya no solo iba a ser su prima, sino que además iba a ser su hermana, y su presencia en su vida fue lo que más le ayudó a no ser tan consciente de su tragedia.

Ambas se criaron en Italia, y Hande no tuvo ningún problema en aprender el idioma en cuanto puso sus pequeños pies por primera vez en Milán. Desde temprana edad tuvo que soportar las burlas de sus compañeros de colegio cuando empezó, ya que además de no manejar con tanta soltura el italiano e ir algo más lenta en la clase, sus rasgos no eran tan occidentales como los del resto de sus compañeros. No obstante, siempre les plantó cara y terminó convirtiéndose en una niña fuerte que se hizo con el cariño de casi todos, pudiendo disfrutar de su infancia como cualquier niño o niña que gozaban de una situación privilegiada en sus familias y entorno social.


Sobre Kerem

Pamir y Elif Bürsin acababan de asentarse en Milán cuando el médico privado de la familia les dio la noticia de que estaban esperando no uno, sino que dos mellizos. A pesar de que no era lo esperado y nada más enterarse Pamir entró en una especie de colapso mental, abrazaron la noticia con alegría e ilusión. Los Bürsin habían trasladado su empresa de arquitectura que había echado raíces en Estambul a Milán, y podían regocijarse en que su situación económica era bastante envidiable, por lo que estaban más que tranquilos a pesar de ser padres primerizos, ya que sabían que a sus hijos no iba a faltarles de nada.

    Había gente que se llevaba las manos a la cabeza cuando escuchaban a Elif hablar de la pesadilla que le supuso el nacimiento y la crianza de Emir y Kerem. Desde el momento en el que nacieron, estuvieron sincronizados, sumiendo la vida de Elif y Pamir en un caos que jamás se imaginaron.  Aún así, Elif volvería a repetir la experiencia por el simple hecho de que eran sus hijos. Los niños de sus ojos.

    La infancia de ambos estuvo llena de caprichos, pero también de disciplina: clases extraescolares y deportes complementarios. Algo que no solo les ayudó físicamente e intelectualmente, sino que fueron capaces de aprender a trabajar en equipo y a competir de manera sana.

Emir y Kerem no solo eran hermanos. Eran compañeros y amigos. Inseparables. Y, aunque fueran iguales pero a la vez distintos en muchos aspectos de la vida en los que terminaban chocando, su vínculo seguía siendo inquebrantable.

    Un vínculo al cual no mucho más tarde se unieron otros dos pilares fundamentales a sus vidas.

PerenneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora