Capítulo 8 - Incertidumbre en las murallas

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Lo pude confirmar con mis ojos, se dijo Erwin. Todo el Cuerpo de Exploración lo vio. Los humanos pueden convertirse en titanes.

Días atrás los soldados abandonaron el exterior y se adentraron en las murallas. Desde el incidente de Ymir no hubo más bajas en la expedición, pero ahora todos conocían el secreto que guardaba Ymir, al menos una parte; lo mantenían en secreto. Algunos de ellos ya habían partido hacia Trost, otros como Mikasa y Armin se quedaron en Shiganshina. Mikasa continuaba remordiéndose por la muerte de Eren: él no había vuelto. Armin también se lamentaba, pero era más fuerte.

—Prometí que lo salvaría... —murmuró Mikasa—, que lo traería de vuelta a casa. Sin embargo, he fracasado.

—Eren no querría que estuvieras así —le contestó Armin—. Entregó su vida haciendo lo que él deseaba, murió buscando la libertad.

—En el fondo de mi corazón todavía siento que él no está muerto, pero es imposible sobrevivir ahí fuera siendo un humano. No puedo creer que él esté muerto, él fue mi salvador cuando yo era pequeña.

Ambos estaban en el cuartel, en un cuarto. Mikasa todavía no había tomado la decisión de decírselo a su madre, pero debía enfrentarse a la realidad. Armin también estaba triste, pero no únicamente por lo de Eren. Al principio dudó; luego se lo dijo.

—No sé si lo notaste Mikasa, pero hace unos días que estoy bastante triste, y no solo por lo de Eren. Hacía tres años que no sabía nada de mi abuelo y estaba muy feliz de poder verlo al fin. El otro día, cuando llegué, me lo encontré tumbado en la cama, él estaba muy enfermo y al final falleció. Cuando yo era pequeño, mis padres se estaban preparando para salir al mundo exterior en un globo construido por ellos, pero algunos miembros de la Policía Militar los encontraron y los mataron. Desde entonces mi abuelo ha sido quien me ha cuidado, ahora que él se ha ido... —Se frenó, secándose una lágrima que pretendía escaparse. Su voz se volvió más débil—. Al menos he sido afortunado y he podido despedirme de él. Todo esto ha hecho que ahora sea el último descendiente de la familia Arlert, el último con este apellido. Lo que quería decir es que no quiero perder a más gente que me importa. Tanto tú como yo hemos perdido a gente muy importante, Mikasa. Prométeme que tú tampoco me abandonarás.

Armin se lanzó a los brazos de Mikasa y no le importó llorar, mostrar lo que muchos consideraban una debilidad. Mikasa al final tampoco pudo aguantar y lloró disimuladamente.

—Eren, tú siempre has sido mi mejor amigo... —dijo Armin. Justo pensó en Carla, la madre de Eren—. Mikasa, el día que volvimos Carla no estaba ahí para ver si habíamos vuelto con vida. Sonaron las campanas así que es imposible que no sepa que volvimos.

—No estoy preparada para decirle que su hijo...

—Mikasa —la interrumpió Armin—. Aunque le duela, debes ir a verla. Ella tiene el derecho de saber la verdad. Además, incluso se habrá pensado que tú y yo también morimos al no haberla visto aún. Aunque claro está que quien más le importaría sería Eren.

Mikasa se detuvo a estudiarlo, dudosa. Armin tenía razón, debía ver a Carla. Mikasa se encaminó hacia casa de los Jaeger, cuando comenzó a llover. Ignoraba cómo debía decírselo, de qué modo, pero debía hacerlo. Finalmente llega al umbral de la puerta y lo atravesó.

—Hola, Carla —dijo.

Carla estaba sentada en una butaca, mirando por la ventana. Al oír esas palabras se levantó y se le marcó una sonrisa, una que no paraba de agrandarse. Sus ojos se volvieron débiles, un poco rojizos.

—Pensaba que...

La voz de Carla era aliviada, como si hubiera desaparecido el temor que tenía. Mikasa entró en el salón, cabizbaja, y Carla se quedó contemplando la puerta, esperando a que entrara alguien. Así continuó un rato más, hasta que su rostro se fue apagando. El temor se volvió a apoderar de ella.

Shingeki No Kyojin: Sin la CaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora