Capítulo 16

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Asomaba el día y los primeros rayos de sol ya se hacían presentes en la habitación de la rubia, se maldecía internamente por no haber bajado la persiana la noche anterior, pero claro, las estrellas se veían hermosas al anochecer... Y el cerrar del día estrellado era la debilidad de Cyara.

—Tengo hambre —se quejó el sacerdote, dando una vuelta en el colchón para tener de frente a la chica—. ¿Puedo ir a preparar el desayuno?

—Deberías de hacerlo sin siquiera preguntar —se mofó.

¿No era eso lo que hacían los románticos empedernidos al quebrar el alba?

Quizá no debería de verse tantas comedias románticas porque después no diferenciaba estas de la realidad. Así es que al final se esperaba algo que no iba a sucederle nunca, era también la razón por la que se ilusionaba y después terminaba con el corazón roto.

—Veo que tu buen humor no existe por las mañanas —se burló él, pasando un brazo por su cintura para acercarla a su cuerpo, enredando sus piernas una vez que estuvieron más cerca—. Iré a hacer el desayuno, puedes darte una ducha mientras.

—También podríamos ahorrar agua y ducharnos juntos, seguro que el medio ambiente estará agradecido con nosotros, últimamente se gasta mucha agua en cosas poco útiles y... El mundo necesita gente ahorradora.

A Christopher se le escapó una carcajada al verla tan seria diciendo dichas palabras, lo que no se esperaba era que al reírse consiguiera sonrojarla, quizá por la vergüenza.

—Tienes razón —aceptó, acto seguido llevó sus labios a su frente para dejar un beso allí—, vamos a ahorrar agua. Duchémonos juntos.

—Si insistes... —rió, divertida.

Cyara fue la primera en despegarse de él para saltar de la cama, se deshizo de la parte de arriba de su pijama, pues era la única prenda que cubría su cuerpo y caminó hacia el baño como Dios la trajo al mundo, dándole un buen espectáculo al sacerdote. Sus caderas se movían con elegancia, no como cuando estaba en el club y se acerca a por su próxima presa, ahí lo hacía con sensualidad. Además de que su cabello suelto y alborotado se movía con sus pasos, haciéndolo sonreír. No tardó demasiado en quitarse también su ropa porque ya se escuchaba el agua de la ducha correr y no quería perderse el momento.

—Quien fuera agua... —dejó escapar un suspiro cuando se metió en la ducha con ella.

—Bueno, tenéis una cosa en común...

—¿Que recorremos tu cuerpo? —interrogó con una sonrisa en los labios.

—Que me mojáis —concretó, sin ningún tipo de vergüenza.

Él rió, negando con la cabeza. Las respuestas de Cyara eran de sus cosas favoritas en el mundo, siempre tenía algo interesante que decir, algo que no se borraría con facilidad de su memoria.

Alargó su mano mano para tomar la esponja de color rosa que allí había y tras echarle jabón de olor a coco comenzó a pasarla por el cuerpo de la rubia. Después lo enjuagó y acto seguido hizo lo mismo con su cabello. Sus dedos acariciaban su cuero cabelludo como si hubiera nacido para ello, Cyara tuvo que centrarse en no gimotear con la acción.

—Creo que es mi turno —habló ella, quitándole la esponja para pasarla por su cuerpo, algunas partes cubiertas por una ligera capa de vello. Disfrutó cuando se agachó y le permitió lavarle el cabello, aprovechó para imitar sus masajes, Christopher se relajó, cerrando los ojos, mientras ella permanecía con sus dedos entre sus hebras.

Minutos después ambos están completamente limpios y salen de allí con una toalla envolviendo su cuerpo, Christopher se viste con la ropa que traía puesta el día anterior y Cyara se demora unos minutos escogiendo su look.

—Todo lo que te pongas te quedará de fantasía, no te calientes la cabeza —dejó un beso en su nuca al verla parada frente al armario—. Estaré preparando el desayuno, no tardes mucho.

Una sonrisa se dibujó en los labios casi de forma inevitable. Tomó los primeros vaqueros que se encontró y una camiseta blanca, de esas que combinaban con todo, finalmente lo completó con unos tenis del mismo color. Corrió al baño y tomó el secador, detestaba que su húmedo cabello mojara su ropa, al terminar lo desenredó con el peine y lo ató en una coleta alta, dejando dos mechones sueltos a cada lado de su cara.

—Ahora si... ¡Buenos días! —exclamó, entrando en la cocina.

—Son buenos desde que nos despertamos juntos en la misma cama —respondió él, divertido—. Bien, no quiero meternos prisa ni mucho menos pero... Tengo planes para nosotros.

—¿Ah, si? —interrogó, curiosa.

—Ayer me comentaste sobre tus dotes artísticas así que... Me imaginé que te gustaría ir a ver una exposición de arte de un amigo, está esta semana en la ciudad y nos queda a cuarenta minutos de aquí —explicó, sirviendo el desayuno para ambos—. Me gustaría presentártelo, quizá te deje exponer algún dibujo.

Cyara abrió ligeramente los labios, impresionada. ¿Qué se supone que debía de responder a una propuesta como esa?

—No —negó con la cabeza, dejándolo un tanto confuso y desilusionado.

—¿No?

—No puede exponer nada mío... Joder, me estás comparando con un artista que ya expone sus obras —barboteó—. Es demasiado, así que no. Solo falta que lo siguiente que quieras hacer por mi sea llevarme con una amiga bailarina o algo así.

—De hecho... Tengo también un amigo que es coreógrafo, tenía planeado presentártelo pero si no quieres...

—Quiero —dejó claro—, pero no puedo permitir que hagas esto por mi.

—Rubia, quiero hacer esto por ti, me sentiría mal si no lo hiciera —confesó—. Así que, por favor, solo acepta mis sugerencias y quédate al final con lo que más te guste. Tal y como tú dices, eres una pasada de mujer, lo que significa que puedes hacer lo que te dé la gana, si quieres vivir con la vena artística hazlo. No todos tenemos buenas manos para dibujar ni buenos pies para bailar.

Ella lo regresó a mirar llena de ilusión, si por su idea fuera se lanzaría a comerle la cara a besos, no tenía palabras para expresar lo agradecía que se sentía con él.

Le estaba abriendo las puertas a un nuevo mundo, la decisión de entrar era suya.

Amén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora