Capítulo 42

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Christopher le había contado sus planes, al parecer ya había pensado en qué hacer durante todo el día, todo relacionado con la Navidad.

Se encontraban de camino al centro comercial para comprar el árbol, era una de esas pocas veces que salían juntos a un lugar donde había tanta gente, Cyara sintió que era un gran paso. Estaba dejando de importarle qué pensara la gente, un avance muy importante en su relación, que desde el principio había estado regida por la religión y las críticas de los demás.

—¿Se supone que vamos a comprar un árbol de Navidad? —preguntó ella, sonriente.

—Ese es el plan, si —respondió, devolviéndole el gesto.

—¡Que guay! La Navidad me da bastante igual, pero creo que la decoración es algo que me gusta —admitió—. ¿Tienes algún modelo en mente?

Él la miró confuso, ¿algún modelo? ¡Eran árboles de Navidad no coches de carreras! No es como si hubiera miles para elegir...

O eso pensaba. Porque cuando llegó a la tienda vio que había al menos treinta modelos diferentes, muchos ni siquiera deberían de ser llamados árboles. Había uno que eran sólo tres palos, ni más ni menos; otro era un alambre en forma de espiral; otro estaba formado por tres pequeños triángulos que formaban el árbol; mención especial al que era una guirnalda pegada en la pared con forma de árbol...

—¿Qué es esto? —preguntó con estupefacción.

Ella se carcajeó, mentiría si dijera que no se lo esperaba. Él era demasiado expresivo y cada reacción ante algo nuevo era asombrosa, sobre todo para aquellos que lo veían.

—Son árboles de Navidad creativos —murmuró ella con diversión—. ¿No te gustaría poner uno así en el salón de tu casa?

Él arrugó su nariz, su respuesta era más que obvia pero en lugar de decirla prefirió preguntarle a ella.

—¿A ti te gustaría?

—A mi me gustaría un pino nevado... De Lis tradiciones, que no te dé un infarto cada vez que lo veas —le guiñó un ojo.

Eso le devolvió el aire al cuerpo, conociéndola era posible que prefiriera uno de los otros y él no se lo iba a negar. Podría aborrecer cualquiera de esos extraños modelos llamados árboles, pero si a ella le gustaba uno de esos no le diría que no. Todo fuera por no borrar la sonrisa en sus labios.

—Estupendo, entonces un árbol nevado —decidió.

Estuvieron viendo diferentes estilos, todos muy parecidos entre ellos, finalmente se decantaron por uno de los primeros que habían visto. Una perfecta combinación de verdes y blancos.

Ambos estaban ilusionados con algo tan sencillo, debía de ser verdad eso de que la felicidad se construye a base de las pequeñas cosas.

La vuelta a casa fue divertida, pues se la pasaron hablando de los distintos árboles de Navidad, no faltaron las críticas ni mucho menos las risas.

—Iré a por todos los adornos, ¿quieres que sea de algún color en especial o...?

—Plateado —asintió—, creo que es el color más elegante.

—De acuerdo, entonces será plateado.

Mientras él iba a por la caja de adornos, ella sacó su teléfono para ver ideas de decoración en Pinterest. Quizá la Navidad podía ser una festividad interesante, solo era cuestión de mirarle el lado positivo a las cosas.

El sacerdote no tardó en aparecer con una gran caja a rebosar, no usarían ni la mitad de todo lo que había allí dentro, pero eso les permitía poder seleccionar qué cosas les gustaban y cuáles no.

Colocaron el árbol en una esquina y acomodaron sus ramas para que estuviera más abierto. Primero pusieron las luces y después siguieron con las bolas, los brillantes y las figuritas. No lo cargaron demasiado, querían algo elegante y lo habían conseguido.

—Falta la estrella —señaló con su dedo índice la punta—, tienes que ponerla tú, tienes las extremidades más largas, yo no alcanzo.

—Ese problema se soluciona muy rápido —sonrió, agachándose—. Sube.

—No voy a subirme...

—Claro que lo harás —asintió con su cabeza—, súbete, ángel, te pertenece a ti poner esa estrella.

La rubia se mordió los labios, no había hecho eso en su vida, su equilibrio era pésimo y lo más probable es que terminara comiendo el suelo. Puso una pierna sobre su hombro, él fue rápido en posar su mano sobre su muslo para sujetarla, imitó la acción con la otra y soltó un chillido cuando él se levantó. No la dejó caer, sus mano se aferraban a sus piernas para mantenerla encima de sus hombros.

—¿Qué tal todo por ahí arriba? —se burló.

—Mientras no me sueltes todo irá bien.

—No tengo intención de hacerlo nunca —admitió.

Cyara tomó la estrella y la colocó en la punta del árbol, sonriendo ampliamente con aquella acción. Al menos no había quedado torcida ni nada por el estilo.

—¡Feliz Navidad! —exclamó, alzando sus brazos.

—Navidad es el día veinticinco —le recodó burlón—, pero feliz Navidad para ti también, amor.

La bajó con cuidado y dejó que sus pies volvieran a tocar suelo, ella fue rápida en ponerse de puntillas para buscar sus labios y darle un beso. Inaugurando las épocas navideñas de la mejor manera posible.

—Tenemos que seguir decorando —susurró sobre su boca—, la casa queda muy desnuda si no pones mas cosas.

No le dio tiempo de responder, tomó una de las guirnaldas y corrió hasta las escaleras para enredarla en el pasamanos.

—¡Trae más de estas! —pidió, él soltó una risita al verla tan emocionada y tomó varias de las que había pedido para llevárselas—. En Navidad se regalan cosas, ¿no?

—¿Ya vamos a empezar a pedir? —alzó una ceja—. Tienes que escribirle tu carta a Papá Noel, de lo contrario no funciona.

—No puedo escribirle a Papá Noel todo lo que quiero hacerte, sería desubicado de mi parte —se mofó—. Te quiero a ti, sin ropa, con un lacito alrededor... ¡Y con un gorro de Papá Noel! Que sexy.

—Eso no tiene nada de sexy... —susurró, con las mejillas ardiendo, la simple imagen mental había sido suficiente.

Cyara lo miró con diversión, siempre decía lo mismo pero iba a terminar cediendo.

—Si lo prefieres podemos hacerlo al revés, me desnudo yo  y me pongo un gorro de Papá Noel, ¿no te parecería sexy?

—No necesitas hacer nada para parecerme sexy —señaló—. Solo tienes que ser tú.

Le bastó con una mirada para saber que estaba siendo sincero, él nunca mentía cuando se trataba de ella.

Amén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora