capítulo seis: mi maldita historia

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Axel.

Este olor, este lugar, estas personas, el estar en este hospital se ha hecho costumbre para mi, estoy frente a la misma enfermera que me ha dado la misma información cientos de veces, conozco tan bien el lugar, que el pararme a preguntar se me hace estúpido, pero ya me lo han dicho muchas, veces: no puedes entrar sin pedir información primero, y aquí estoy pidiendo la información que ya me se, reglas estúpidas

—Axel, está en la habitación treinta y dos. Ya sabes Como llegar— me dice Sara la enfermera canosa. Que me ha atendido unas cien veces

Corro por el pasillo hasta llegar al ascensor, marco el piso cinco, estando en el ascensor, recuesto mi espalda en la paredes metálicas, peino mi cabello soltando una gran bocanada de aire intentando calmar la desesperación que se forma en mi interior, pensé que esto había acabado, habían pasado tres meses desde la última vez que tuve que venir a este lugar a lo mismo, cólera se forma en mi interior y le doy un gran golpe a una de las paredes, le he dejado una gran abolladura, pero no es mi problema, pensé que ya todo estaba mejor, y vuelve a pasar, vuelve a recaer.

El ascensor se abre, salgo de allí para caminar apresurado y llegar a la habitación, al llegar veo que está una enfermera haciéndose cargo de ella, la misma enfermera que la a atendido desde hace cinco meses, y la misma que me comí hace unos tres meses, ella no se da cuenta de mi presencia, al entrar carraspeó mi garganta para que así me note

— ella se estremece al notarme— Ho-hola axel, no note cuando llegaste

—¿Como está?— digo señalando con la cabeza la camilla

—Esta estable— dice viendo el formulario de pacientes

—¿Quién los ha llamado? —Estoy cruzado de brazos, Lo único que me importa es saber cómo está

— nos ha llamado una vecina que pasaba por allí y vio que estaba convulsionando— Ella voltea a verme con cara seria— Ya esto no es un juego Axel

—Esa Mierda me ha cabreado— ¿acaso crees que yo tomo en juego su vida?— Se que gritarle no arregla nada y que tampoco tiene la culpa, pero La cordura  se ha ido desde que recibí esa llamada

—muy bien cálmate, hoy llego con convulsiones, además estaba toda morada y sus labios azules— dice ella mientras revisa el formulario— Ya es momento de internarla— aunque en sus ojos veo empatía, mi lado racional, se ha ido al carajo hace mucho tiempo

— Yo no te he preguntado que tengo que hacer— mis ojos están llenos de furia— tu solo has tu trabajo, yo veré que hacer

—ella agache la mirada ante lo que dije— Tienes razón— ella sube la mirada— ella despertara en unos minutos, si necesitas mi ayuda ya sabes que hacer

Y se va, la verdad lo menos que me importa es ella, rodeo la camilla y me siento al lado de ella, la veo se ve toda cansada, tiene una mascarilla de respiración y aun en sus labios se ve un color azulado, no me gusta verla así, el verla débil y sin vida es algo que nunca me ha gustado.

Tomo su mano y le doy un beso— tranquila mamá, todo estará bien.

La persona en la camilla es Amanda Batlle mi madre, desde que tengo uso de razón ha consumido drogas, hubieron años que no lo hizo, pero desde hace un año regreso y peor, lo que va de año ya ha ingresado tantas veces que he perdido la cuenta, e estado en este hospital tantas veces que todos saben mi nombre, es agotador, pero es mi madre, no la puedo abandonar, ella no puede sola, y aunque e tratado de internarla, cuando regresa es mucho peor, no quiero que le hagan daño y no permitiré que lo hagan.

Ella se mueve en la camilla— ¿Alaina? ¿Alaina?— Esta dormida

—Tranquila estoy aquí—

La vida no es de color Rosa (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora