Tormenta

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-T-

Niall había dormido profundamente esa noche. Su subconsciente había decidido premiarlo con sueños de Harry, había soñado con su cara, su cabello, sus hermosos ojos de esmeralda y sus manos recorriéndolo. Entre suspiros abrió lentamente los ojos para encontrarse con su habitación iluminada con el claro de la mañana. Quería verlo, tenía la gran necesidad de volver a encontrarse con su amado después de días de tener que estar evitándolo por culpa de Kendall.

Sintió su boca seca. Tenía sed, pero muy a su pesar Gemma no había dejado la jarra con agua que todas las noches colocaba sobre su mesita, así que tendría que bajar por un poco. Se deslizó perezosamente fuera de su cama y se colocó la bata. Al salir de su habitación escucho unos ruidos provenir desde la habitación en donde se supone estaría su esposo durmiendo, así que decidió asomarse para ver que ocurría.

Al llegar a la puerta, abrió lentamente esta y tras una rendija pudo observar al conde; este se encontraba sentado en el piso de la habitación frente al espejo el cual se encontraba roto, murmurando palabras que no alcanzaba a escuchar, tenía el cabello suelto y al tenerlo largo no se podía observar bien su rostro.

Le extraño de sobremanera ver su vestimenta ya que no era el habitual traje con corbatín y pantalones oscuros, ni tampoco su ropa de dormir, podía reconocerlo bien era una de sus camisones blancos, en sus brazos llevaba sosteniendo unas flores, no parecía él. Sin embargo, no había duda de que era el conde. Toda esa escena le causó un gran escalofrió, el conde parecía un fantasma o un desquiciado.

—¿Quién soy yo en realidad? — logró escuchar claramente al rubio mientras tomaba un pedazo de espejo y comenzaba a cortar su antebrazo. Niall cerró los ojos fuertemente a causa del miedo y la impresión que habían causado el conjunto de todas estas escenas, pero cuando los abrió de nuevo se encontraba en su habitación todo agitado, con su corazón acelerado y la luz del sol entrando en su máximo esplendor.

Solo era un sueño...— dijo quedamente. — O quizá un recuerdo. Esta casa tiene algo extraño. — pensó.

Después de eso no pudo dormir más, decidió levantarse y vigilar que su esposo saliera de casa para ir a visitar a Harry, necesitaba dejarle en claro sus intenciones, por supuesto que sería difícil, el rizado al no estar acostumbrado a ese tipo de contacto quizá estaría cohibido, con temor y dudas acerca de toda esa situación.

Mientras se hacía un poco más tarde decidió pasar tiempo en la sala de té, tal vez leyendo. En su recorrido trato de encontrar a Gemma que por lo regular a esa hora ya se encontraba como un torbellino por toda la casa. Sin embargo, al recordar todo lo que había pasado la noche anterior, replanteo seriamente donde podría estar.

Quizá este en la cocina. — pensó y decidió ir en su búsqueda. Aunque no quisiera admitirlo la extrañaba y más que nada debido a que sus facciones, principalmente sus ojos le hacían recordar a su príncipe.

Al entrar a la cocina logro divisar una espalda que conocía demasiado bien; llevaba cargando lo que parecía ser un cubo de leche y estaba platicando con la cocinera, una señora regordeta ya entrada en años.

— Buenos días, Madeleine. — Interrumpió la plática. Harry al notar su presencia sus manos comenzaron con un ligero temblor, sus mejillas se colorearon de rojo y volteo la cara a un lado evitando así tener contacto visual con el rubio.

— Buenos días, amo Niall. – contestó la mujer agachando la cabeza con respeto.

— ¿Podrías prepararme una taza de té, por favor? —

— Si claro — contestó con prisa— Bueno Hazz, te dejo. Luego continuamos con la charla. — dijo la mujer saliendo con rapidez.

— Buenos días, Harry. ¿Qué haces aquí tan temprano? — pregunto tranquilo el menor acortando la distancia entre ambos colocándose a su lado. Harry apretó más el agarre en la cubeta.

El Jardín de los Secretos n.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora