Cap. II.- La Noche que Cae

8 0 0
                                    

Se encontraba en la misma carroza que aquel miembro de la Asamblea que estaba en la morada de los Morgaras y otros cuatro de la RFA con sus armas preparadas ante algún movimiento del mago, pero él, detrás de la gran bufanda roja que le tapaba la boca y parte de la barba, notaba que ninguno de ellos le temía, a todos los conocía de algún u otro modo, o todos le conocían y no temían del buen amigo de la bufanda roja y el sombrero de punta caída, excepto aquel de la Asamblea que de vez en cuando le caían gotas de sudor de su frente. Un sudor tan frío como aquella mirada que aparentaba la frialdad misma, y que con apenas un pequeño movimiento por parte de Maldefoe, soltó un alarido y mandó a engrillarle las muñecas al mago y a quitarle el bastón de roble negro.

—¿No le parece esto ya algo ridículo? —dijo calmadamente Maldefoe.

—... Con respecto a los magos, no —dijo él—. Debemos tener el máximo control sobre ustedes, y la mayor precaución.

Maldefoe se acomodó la bufanda y volvió a sus pensamientos, pero no podía concentrarse mucho puesto que su pipa estaba confiscada en manos del de la Asamblea, que respondía al nombre de Athel Sarblim.

—☼—

Emerode de alguna u otra forma se había escapado. En su celda ya no estaba, y fue durante la noche. Había un pequeño boquete en la pared, de todas formas no sería difícil hacerlo, ya que las paredes de la prisión se estaban viniendo abajo. Probablemente Emerode se dio cuenta de aquello y aprovechó el momento, pero él no rondaría Troncoeste, al menos no lo encontrarían allí, porque ya había encontrado la manera de llegar a tierras seguras.

—☼—

Al este, una bandada de aves de cantos grotescos, venían en dirección noreste y giraban de vez en cuando, como perdidos, hacia el oeste. Nunca se habían visto tal cantidad de Aves de Plumanegra por aquella zona. Los guardias de las salientes laterales de Aemaris se extrañaron ante esto, pero no era algo que alarmara a las altas autoridades. Volaron por encima del Bajo Pueblo y alzaron vuelo hasta internarse dentro de Wallnahen e ir a todo aleteo hacia el oeste.

—☼—

Parecía una serie de sucesos premonitorios: el encierro de Maldefoe en la Prisión Real de Vjulrde, el escape de Emerode de la Prisión de Troncoeste durante la noche, y la aparición de una gran bandada de Aves de Plumanegra desde el este durante el amanecer y el transcurrir de aquel día. Bludvorne observó la bandada por unos pocos segundos antes de que se perdiera más allá de su vista. Recordaba las palabras que Maldefoe le había dicho: "Nunca te fíes de aquel que sonríe tímidamente, Bludvorne. Siempre traen malas noticias.", y pensó que algo de esas palabras se evocaba en el grácil vuelo de las Aves de Plumanegra.

Siguió en sus tareas y olvidó el tema, pero recordaba que pronto —decía él— volvería su amigo.

—☼—

El día se fue fugazmente. Ya se avecinaba la noche. En el Tribunal Supremo de Justicia, ubicado justo a un lado del Castillo de Vjulrde, juzgaban a Maldefoe y otra compañía conformada por cinco magos grises de Quiebrasotas, un pequeño pueblo detrás y al este de la Muralla de los Caídos (la segunda Muralla de este a oeste).

—Mucho gusto, señor Maldefoe —dijo el añejado Juez Rivarel Magdar—. Me han hablado mucho de usted, o más bien, se ha hablado mucho de usted durante centurias. Es un placer conocerle a pesar de que esté en las condiciones en las que se encuentra.

Lucis Regis GigasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora