Cap. VIII.- Breve Paso por Enenon

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Llegó la noche. La historia ya estaba contada de cabo a rabo. Era muy tarde para buscar a Almight o a Bludvorne. Los Aîruc sobrevolaron la zona varias veces, y lograron divisar una delgada línea de humo a unos cuantos kilómetros lejos del Gran Puente, pero el verdor del bosque no dejaba ver cuál era la fuente. No obstante, el olor del humo era penetrante, cosa que era un buen indicio. Antes de que oscureciera se fueron, pero dejaron a cuatro Aîruc para que vigilaran y los de la Compañía pudiesen descansar hasta la mañana siguiente.

Llegó la mañana. Todos habían dormido como la naturaleza los ayudó, ya que no contaban con carpas, al menos, no las suficientes, quedaban las pocas que con la carrera, los caballos con las carrozas, habían dejado por el camino en su estrepitoso recorrido.

La Compañía recibió nuevamente la visita de Eäroth. Las cosas en las cumbres de la Cordillera Nórdica habían terminado en buenos términos y los regentes ilegítimos habían recibido el beneplácito para ser gobernadores desde la primera hasta la cuarta cumbre, y deberían dar parte a Eäroth, teniendo él la última palabra en todos los concilios o teniendo la decisión final en todos los desacuerdos que se presentasen. Todo esto para una sectorización esencial ante la venida del "dueño" de las cumbres.

Eäroth ordenó que una partida sobrevolase la zona otra vez, y ésta divisó unas carrozas en el cauce de un pequeño río. El Aîruc blanco ordenó a la misma partida y otros más a que llevasen en sus patas a lo que quedaba de la Compañía a susodicho cauce. El Gran Puente quedó atrás, y pronto llegarían al río.

Desde el cielo observaron las nuevas tierras, mismas que eran viejas para algunos, pero nuevas y poseedoras de una gran beldad para Hagen y Akemi, que quedaron maravillados ante las montañas, los ríos, los caminos, el verdor, los castillos y un enigmático pico blanco de gran albor que se elevaba luego de un vasto mar y detrás de unas montañas grandes y grises muy al oeste.

Brillaba. La punta de aquel pico refulgía con fuerza.

Llegaron al sitio indicado previamente por la partida. Allí estaban dos de tres carrozas con los víveres y demás cosas desperdigadas en la orilla del cauce. Algunas cosas se habían perdido irremediablemente, pero otras, con el calor adecuado, podían servir para más adelante. Por suerte, el cofre que contenía el Éter Catagogas seguía intacto. No obstante las carrozas no servirían de mucho para los fines de la Compañía. Los ejes de las ruedas de las dos carrozas estaban partidos a la mitad, y una tenía el depósito totalmente vuelto astillas. De los caballos se desconocía paradero, pero lograron encontrar huellas de varios cascos que iban con dirección oestesudoeste, luego, dos pares de cascos de un mismo caballo ("grande y pesado", diría Mortimer, quien rastreaba junto con Akemi) viraban hacia el sudoeste y se perdían en la espesura de varios matorrales.

—Bludvorne —dijo Maldefoe, quien pensó en voz alta.

—Hay un fango detrás —dijo Akemi, sin prestarle mucha atención a lo dicho por el mago—. Es espeso, pero hay un camino que sigue más allá.

De pronto, calló y vio más de cerca, se percató que las huellas perdían el rumbo antes de llegar a la orilla, y extrañamente el fango tenía una forma diferente allí, como si algo o alguien hubiera roto la "calma" de la recta superficie; como si adrede lo hubiesen alterado. Notificó de aquello a Maldefoe y éste le avisó a Eäroth silbando con la vista hacia arriba y señalándole el lugar a inspeccionar. El Aîruc blanco se acercó y echó una ojeada. Pronto corroboró lo visto e informó al mago que las sospechas y el primer vistazo de Akemi eran ciertos.

El verdor y la fronde de aquel bosque no permitían que los Aîruc fueran de mucha ayuda, pero habían servido de guías hasta el momento en el que decidieron volver a las cumbres. Ahora solo quedaba la incompleta Compañía buscando una carroza, trece caballos, recolectando los trazos y completando la información obtenida, siguiendo un inexacto rastro, y dos chicos perdidos en un bosque inexplorado.

Lucis Regis GigasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora