Capítulo ocho | "A mí me gusta cabalgar a pelo suelto"

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Y, sin embargo, el verlo, solo en bóxer, no fue lo que más me sorprendió (aunque tampoco me desagradó), sino el hecho de que estuviera acurrucado a Derek, quién se movía muchísimo y tenía pinta de que no se despertaba ni con un terremoto.

El quejido de parte de Eros venía por las rodillas de Derek, que estaban enterradas en las costillas del rarito con heterocromía. No quería ni imaginarme los moretones que tendría el día siguiente.

Ambos estaban abrazados, completamente pegados el uno al otro. Me dio pena verlos, en un espacio tan pequeño y reducido como ese; ambos estando tan altos y musculosos... ni siquiera yo cabría cómodamente allí, y eso que era la mitad de uno de ellos.

Me contuve de tomarles una foto, solo porque el celular estaba arriba, en la mesita de noche, y porque si me movía uno de ellos se despertaría.

De cualquier modo, podría hacerme una imagen visual de ellos. Me recargué en la pared más cercana a ellos, cruzando mis brazos, arriba de mi pecho, y los examiné, con una sonrisa burlona.

Ni siquiera me percaté del pequeño ser que faltaba, sino hasta que vi a Señor Miau bajando las escaleras, contoneando las escaleras de un lado a otro y con una mirada de superficialidad que indicaba que se sentía dueño de todo lo que pisaba.

Ahhh... como amaba a ese gato.

Señor Miau se acercó hasta mí, aún con ese fino caminar y se sentó a un lado mío, lamiéndose la pata despreocupadamente. Lo que sucedió después me provocó algo de gracia. El gato levanto la vista, lentamente, observando todo a su alrededor. Su vista se detuvo abruptamente en cuantos sus preciosos ojos verdes se posaron en el bulto que roncaba ruidosamente: Eros.

Se detuvo al instante de lamerse la pata y se acercó hasta el rarito con heterocromía. Subió de un brinco al sillón y pasó por encima de la cara de Derek, quien solo siguió roncando, como si la vida se tratase de ello.

Cuando estuvo frente a frente con Eros fue que levantó una pata y le pegó en la cara a Eros. La sorpresa no me cabía en el rostro. Sabía que los gatos eran muy groseros, estaba consciente de ello, pero que Señor Miau lo hiciera era... extraño.

No sabía si regañarlo o sentirme orgullosa.

Pero eso no acabó allí. Pronto, el gato bajo la pata y se pasó con toda la tranquilidad del mundo por la cara de Eros, haciendo que su cola quedará justo en su nariz. El chico estornudó y como si por arte de magia se tratará, abrió sus ojos y los enfocó en el gato, quien detuvo la pata que iba directo a su cara a golpearlo y maulló, acurrucándose a él.

¡Oh por Dios!

Pero que gato más manipulador...

La reacción de Eros fue muy linda, al menos a mi punto de vista. Al inicio se vio un poco desconcertado. Echo una mirada alrededor, examinando todo y fruncia el ceño cada vez que algo no le agradaba (como cuando Derek se acurrucó aún más a él, mientras balbuceaba cosas incoherentes) hasta enfocarse en el gato.

Primero mostró sorpresa; reacción que cambio al instante en el que se dio cuenta de con quien se había topado. Luego, simplemente, lo abrazó. Y el traidor de Señor Miau se acurrucó aún más.

Oh, este gato...

Yo lo había intentado abrazar el día en que vi una película de terror, y el gato se indignó, me miro con los ojos entrecerrados, me maulló reclamándome y se fue, contoneando sus caderas.

—Zanahorio... —Su voz sonaba de alguien que se acababa de levantar: completamente ronca y sensual. ¿Había mencionado ya que me encantaba la voz de Eros y sus ojos? ¿No? Si algún día vuelve a mirarme como lo hizo el día de la fiesta, juro que voy por una cuchara y le arrancó los ojos para quedármelos.

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