13 de agosto

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~*Hombres lobo*~

Solo había una noche en la que dos seres podían encontrarse, dos seres que se amaban con locura, que deseaban que todos los días del año fuesen luna llena.

En esas noches, los peludos secretos salían a la luz de la luna grande, brillante y reveladora.

Había dos enormes lobos, cada cual corría desde su respectiva residencia, uno de pelos negros cual la noche sin luna, y otro con un pelaje rubio, amarillo como la luna misma.

Corrían apresurados, sabiendo que el tiempo era limitado, demasiado corto, que la noche no era eterna. Al llegar a la alta colina, ambos aullaron al verse el uno al otro, el pelinegro corrió moviendo su cola como un perro que ve a su amo, no solo su cola, sino su trasero en sí se movía de un lado a otro, se echaba con emoción a las patas del otro enorme lobo, chillaba como cachorro emocionado y le ladraba con devoción, el chillido era tanto que hastió al otro lobo que le sentó tremenda mordida al cuello que hizo al lobo negro soltar un gruñido de dolor, se levantó y lamió el hocico del rubio para pronto girarse y entregarle el conejo que le había cazado.

Ambos eran un par de hombres de sociedad, pero esa sociedad estaba colmada de algunos "cambiaformas" que permanecían bien ocultos y solo una noche cada 28 días podían verse tal cual eran en su segunda sangre.

Kamino estaba atestada de cambiaformas, y dos de ellos se habían encontrado.

Quizá no se conocían como hombres, pero como lobos disfrutaban de su día especial juntos, algún día podrían conocerse, sin embargo, como esos seres peludos que eran, ellos aún no tenían la suficiente inteligencia, actuaban por instinto, quizá ni siquiera sabían que eran hombres también cuando sus cuerpos estaban en esas condiciones.

El instinto les decía la hora de volver y a dónde hacerlo, por lo mismo ellos dos se buscaban, dos machos que dejando de lado toda casta se amaban y reconocían bajo la luz de la luna llena como dos seres que debían estar juntos y ser uno solo.

Fue una tan sola vez que sobre aquella colina, ambos lobos no se movieron, viendo como la luna se desvanecía detrás de las montañas, el pelo se esfumaba, las patas y garras tomaban forma de pies y manos, el frío invadió sus cuerpos desnudos. Un hombre de cabellos rojos sonrió mostrando su dentadura afilada.

- Al fin te conozco. – exclamó el pelirrojo. – Soy Kirishima Eijirou.

El hombre rubio vio al otro con curiosidad. Acarició su cabello rojizo y le sonrió.

- Mucho gusto, Kirishima, soy Bakugou Katsuki.

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Espero que sea de su agrado.

Gracias por leer. 

KIRIBAKU MONTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora