Capitulo 3- La llegada

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La verdad, no se porque a tanta gente le dan miedo los aviones. A mi me encantan. Sentir como despega, que se te taponen los oídos, ver las nubes a traves de la ventana, observar la ciudad chiquita desde arriba. A mi me relajaba.

La azafata de mi pasillo estaba terminando de explicar todo el tema de los cinturones, los salvavidas y las bolsas de oxigeno, cuando me cogí una coleta baja y me puse los cascos. Cuando despegó, me quedé un rato mirando por la ventanilla hasta que me quedé profundamente dormida. Estaba agotada.

Una mujer me interrumpió el sueño diciéndome que bajara la mesilla porque íbamos a aterrizar. Estaba empezando a cogerle tirria a la gente que me despertaba. ¿Sería una costumbre rara de aquí?

Cuando bajé del avión, fui a recoger mis maletas a la cinta transportadora. Era imposible encontrar la cinta transportadora. ¿Qué me pasaba hoy que parecía que todo me salía al revés? Después de leer varios carteles me di por vencida y fui a preguntarle a un hombre alto con uniforme que estaba a tan solo unos metros y que me venía observando desde hacía un rato. Seguramente se percató de que no tenía ni puñetera idea de dónde estaba si quiera.

- Buenas noches, señor- saludé amablemente.- ¿Podría decirme dónde se encuentra la cinta transportadora del vuelo de Madrid?

A pesar de que puse mi mejor sonrisa el hombre me miró con cara de asco pero finalmente me dijo donde encontrar mi equipaje.

-Borde- susurré al alejarme.

Estaba cansada de mirar y mirar la cinta y no ver ni rastro de mis maletas. Me invadió el pánico de poder pensar que alguien la había agarrado sin querer, pero la preocupación de disuadió nada mas verlas. En fin, supongo que la que nace despistada muere despistada.

Después de un rato yendo detrás de ellas, las alcancé. Estaban detrás de una mochila verde gigante que casi me impedía poder sacarlas de ahí.

Intenté bajar las maletas de la cinta, y las dos primeras acabé haciéndolo@ a regañadientes, pero la última era imposible de coger. Dios, parecía que hubiera ladrillos en aquella maleta.

Estaba tan ocupada intentando que no se me descolocara el brazo del esfuerzo que casi ni me percaté cuando de repente sentí como si me quitaran peso. Efectivamente, cuando me giré vi al chico que me había preguntado antes, sujetando mi maleta. Me quedé de piedra cuando cogió la otra como si fuera de cartón.

No pude decir nada de la impresión que me dio verlo ahí con mi maleta en la mano- la cual pesaba un quintal-. Yo había jugado al voleibol durante mucho tiempo y de pequeña jugaba al fútbol y hacía gimnasia rítmica. A lo que quiero llegar con todo esto es que soy un persona deportista, pero casi que me inmovilicé al ver eso. Iba en serio, la maleta pesaba muchísimo.

- De nada, eh- le oí decir con un tono algo egocéntrico.

- Gracias- respondí- aunque podía sola- "mentirosa" pensé.

- Ya lo veo- dijo mirando la maleta y soltando una risita.

Podía ser guapo, pero valla imbécil.

Cuando desapareció de mi vista, hice un amago de buscar la puerta principal.

Después de recorrerme medio aeropuerto buscando la salida (no era por mi inglés, sino por mi pésimo sentido de la orientación), la encontré.

Antes de salir al exterior me sentí un poco nerviosa, no solo por el hecho de que nunca había estado en Londres, sino porque estaba a punto de empezar a cumplir mi sueño. "¿Y si todo esto no es cómo lo imaginaba?" Pensé, pero alejé todo eso de mi mente, ya que sabía que había venido a pasármelo bien

Pedí un taxi que, aunque tardo muy poco en llegar, el tiempo de espera se me hizo eterno. Mire la temperatura en mi móvil y marcaban 7 grados Celsius. Menos mal que me compré aquel chaquetón con Sara, porque lo iba a necesitar...

Me monté en el taxi y le di la dirección de la residencia. Pasé los 20 minutos que estuve en el coche observando como se conducía aquí. El volante del otro lado, los coches por distintos carriles, los autobuses tan típicos de aquí, las diferentes matrículas...

Cuando llegue al internado, pagué al taxista y baje. Entré en la recepción y me encontré una mesa con una mujer con el pelo negro y rizado, regordeta y con cara cansada pero amable. Me recibió con una sonrisa y me explico toda la información.

Pese a que era tarde, la señora permaneció todo el tiempo simpática.

Miré mi número de habitación y era la número 57. Estaba cansadísima y, mientras caminaba caminaba por el pasillo de las habitaciones de las chicas mire la hora. Las 3:52 londinenses (una hora menos que en España). Cuando llegué a la habitación, me costó un poco meter la llave en la cerradura por la oscuridad y el cansancio.

Mi compañera de habitación no había llegado aún, y era normal; las clases no empezaban hasta dentro de una semana y media, y la gente no solía ir a allí hasta un par de días antes de empezar el curso, o por lo menos eso ponía en internet.

Me había estado informando mucho sobre la escuela, si iba a pasar allí el próximo año tenía que saber dónde me iba a quedar.

Esperaría al día siguiente para colocar el equipaje con la ropa y todas las cosas en el armario. Eso estaba pensando mientras giraba la llave y tiraba del pomo. Cuando abrí la puerta, aunque no se veía mucho, pude observar la habitación más bonita que había visto nunca.

Tenía un cuarto de baño a mano derecha nada mas entrar, y en la parte izquierda, tenia una pequeña habitación que no distinguí muy bien si era un vestidor o un recibidor. Cuando entré a la sala grande del cuarto, percibí dos camas y un escritorio muy grande en medio de ellas. Delante de cada una habían dos armarios de tamaño medio y en el lado de la pared de cada una, había una especie de mesa que hacía la función de mesilla de noche.
Las paredes estaban pintadas de blanco roto y la parte de la entrada de gris oscuro. Había cojines azules y rosas en las dos camas y dos sillas azul bebé delante del escritorio.
Y, lo vuelvo a decir: era la habitación más bonita que había visto nunca.

Cuando dejé las maletas al lado de la cama que escogí, saqué el pijama (que llevaba conmigo en el bolso porque sabría que llegaría tarde), me lo puse y me fui a la cama, sintiendo que el día había mejorado mucho más.

La Estudiante De IntercambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora