18.

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—Perdón por el desorden —Se disculpó Lumine. 

Estaba tendida en el suelo de la habitación de Lyudmila, rodeada de papeles y aperitivos. Ingerir tanta comida chatarra le había dado un subidón de azúcar, lo cual era excelente para acelerar su trabajo. Ekaterina había tardado exactamente una semana en encontrar y adquirir lo que Lumine necesitaría, un dispositivo que pudiese piratear discretamente la señal Wi-Fi. Desde que Dottore había regresado, era imposible para Lumine no andarse con ojo. Debía tenerlo todo completamente calculado y necesitaba el acceso privado que asegurar su libertad. 

—Pásame otra patata frita y te perdonaré —Bromeó.

Lumine puso los ojos en blanco. Luego, resoplando exageradamente, le arrojó la bolsa. 

—¿Tartaglia sigue sin sospechar? Terminará dándose cuenta si sigues rechazando a tus guardias y solo pasas tiempo con mi hermana —Comentó Ekaterina.

—Desde el regreso de tu padre ha estado ocupado —Se excusó la rubia.

Aún era incapaz de creer que la hubiesen pillado en cierta escena comprometida con Ajax. Cada vez que se encontraba, de casualidad, con algunos de los consejeros de Dottore, no podía evitar sonrojarse hasta las raíces. Desafortunadamente, Tartaglia parecía estar más estresado. Él no lo admitiría, pero Lumine notó la tensión constante en su cuerpo. Una parte de ella también se preguntaba si la inminente visita de su padre tendría algo que ver. Podría, especialmente porque solo faltaba poco más de una semana para la gran fiesta.

No estaba segura de cómo debería sentirse. A pesar de la conexión inesperada que había forjado con el fatui y los demás, todavía andaba enojada con su padre por usarla como una especie de moneda de cambio, de forzarla a una situación en contra de su consentimiento. 

Independientemente, un golpe sonó de repente en la puerta, sacando a la joven de sus pensamientos turbulentos. 

—¿Quién es? —Preguntó Lyudmila.

—Tartaglia, ¿Lumine está contigo?

—Mierda —murmuró la rubia mientras , junto a Ekaterina, se apresuraban a guardar el equipo bajo la cama de Lyudmila. 

—¿Está todo bien? —Cuestionó de manera sospechosa.

—Sí. Lo siento, un segundo. Lumine y Ekaterina me están ayudando a elegir un atuendo para la fiesta. Me estoy cambiando.

La fatui fue a su tocador y sacó un conjunto de ropa, que procedió a esparcir por su cama para hacer la historia más creíble. Lumine le indicó a su amiga que abriese la puerta. Ekaterina tomó asiento en una silla junto a la ventana, indiferente a la intrusión.

Tartaglia, tras entrar, observó el estado de la habitación y frunció el ceño con aire interrogativo a los envoltorios de comida vacíos. 

—¿Tenéis un escondite de comida y no me lo habéis contado?

—Oh, le pedí a Ekaterina algunas golosinas tras su misión —Explicó y se encogió de hombros con aparente inocencia— Extraño la comida chatarra y moderna, ¿Quieres chocolate?

Tartaglia no fue capaz de reprimir otra de sus sonrisas.

—No, gracias.

CROSSFIRE / CHILUMI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora