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Ha pasado tiempo desde que lo ví. Ya tiene años, incluso, pero él sabe cuándo llegar. Parece que siente lo que siento, y es por eso que es el que me busca para vernos. Porque de ser por mi, jamás le hablaría pidiendo ayuda. Pero como dije, es él quién sabe cuándo tengo mis momentos, como si fuera adivino, o como si pudiera incluso oler que algo anda mal a distancia.

Me conoce realmente, yo a él, totalmente, encajamos tan perfecto e incondicionalmente que aún así yo tenga ganas de nada en este momento solo iré a juntar éstas piezas a ver si sucede algo. Y como siempre, ya voy tarde.

Tiempo después ya lo veo, a él, ahí a la par de un árbol, usando su sombra y su tronco para descansar, aquí siempre venimos a platicar, aquí es nuestro "seguro hogar".
Por arte de magia o poderes, inmediatamente después de yo verlo voltea a mirarme también, y me sonríe. Se pone de pie y espera a mi llegada.

Una vez frente a frente es inevitable abrazarnos.

— Cuánto tiempo –dice a modo de saludo–.

–Hola –respondo– sí que ha pasado tiempo.

Procedemos a sentarnos lado a lado, reposando las espaldas sobre el tronco, mirando siempre al frente, jamás el uno al otro, él sabe que no me gusta mucho hacer demasiado contacto visual.

— Como de costumbre –menciona– ¿Qué hay de nuevo?.

— Un poco de todo, un mucho de nada.

— Me parece perfecto, al menos suena a que está tranquilo, supongo.

— Lo está, aburrido en realidad, nada nuevo –lo miro un poco de reojo– ¿Y qué hay de ti?

– Ya sabes, esperando cualquier golpe de la vida, para intentar frenarlo o para morir en el intento.

– Suena bien. Siempre listo a los preámbulos.

– Y feliz por más jodido que sea –puedo notar como voltea a mirarme– ¿Eres feliz actualmente? –pregunta sin más–.

– Sí, supongo, ¿Por qué no?

– Porque eres tú –suelta, de forma muy seca–.

– ¿Eso qué significa?

– Que siendo sincero te notas jodido. Incluso parece que ahora eres alcohólico –bromea–.

– Puede que lo sea –sigo el juego–, lo somos, ¿no es así?

– Posiblemente, sí, quizá –entonces se pone serio nuevamente– ya, está bien. Te he sentido raro éstas últimas semanas en los mensajes que enviabas cada 5 o 6 horas.

– Solo estoy distraído, es todo –me mojo los labios, no es bueno–.

– Que estés distraído significa una o muchas cosas. Y todas terminan en ser fantasías o cosas malas. Cosas que tu mente narra desde el fondo.

– Tan filosófico como siempre. Lo adoro, en verdad.

– No me cambies de tema. Pero es obvio que me adoras, soy yo –vuelve a bromear–.

Y tenía razón. Adoro todo de él. Su forma de ser, su forma de pensar, su físico, no es un Adonis pero tiene algo que definitivamente llama la atención en muchas direcciones. Pero lo que más adoro es la forma en que ve al mundo, en que es tan buena y maravillosa y gran persona.

– Bueno, quizá sea una o muchas cosas –le contesto–, no importa en realidad, estoy tan bien como estás tú –y lo pienso un momento– si lo estás, ¿no?

– Sabes que siempre tengo cosas en la cabeza también, pero nada de todo eso quita el bienestar que tengo, porque son cosas que se pueden afrontar, cosas de las cuales tú –hace énfasis en ésta palabra– me ayudas siempre a superar.

De Vuelta A Mi SitioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora