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El viento rugía, moviendo las hojas de los árboles

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El viento rugía, moviendo las hojas de los árboles. La noche cada vez era más oscura y el frondoso bosque parecía llorar. La lluvia silenciaba las pisadas del joven lobo que corría por el barro, tratando de huir. Sus sentidos estaban al máximo, pues no debía dejarse coger. Ellos no querrían eso. Ellos no habían dado su vida para que él se rindiera así de fácil.

Una cegadora luz hizo que se tropezara. Su cuerpo rodó ladera abajo acompañado por el fuerte sonido de un trueno. Abrió sus ojos cuando sintió cómo su pelaje se mojaba, comprobando que había acabado en un río poco profundo. El lobo miró a su alrededor, ¿cuánto tiempo llevaba corriendo?

Con dificultad, logró levantarse. Sus patas temblaban pidiéndole descansar pero él sabía que no podía hacerlo; tenía que seguir huyendo. Volvió a la húmeda tierra y decidió seguir el camino que el río le indicaba, aunque ya no podía seguir corriendo.

La adrenalina comenzaba a decaer, haciendo que se sintiera cansado. Su vista se nublaba por segundos pero su sistema volvió a ponerse en alerta cuando una de sus patas tocó el vacío. La mirada del lobo se engrandeció y rápidamente corrió hacia atrás, sollozando. Había dado con el final del riachuelo: una cascada que daba a un pequeño lago.

El animal miró a sus alrededores en vano, pues su borrosa vista dificultaba aún más el avanzar por aquel bosque sombrío. Sacudió su cabeza para tratar de volver en sí y buscar una solución que no fuera caminar en círculos. De pronto, otro rayo iluminó el lóbrego cielo y su cuerpo no pudo hacer otra cosa que encogerse.

No sabía si era real o si su agotada mente le estaba jugando una mala pasada pero el joven lobo comenzaba a escuchar los aullidos de aquellos alfas que habían jurado matarlo. Su cola se metió entre sus piernas y su cuerpo estaba completamente tenso, preparándose para el ataque. Cada vez le costaba más respirar.

Ojos dorados aparecían y desaparecían en medio de la oscuridad. El lobo temblaba de miedo mientras gemía suplicante. No quería morir. Él no se merecía morir. Sus patas caminaban hacia atrás de forma automática, tratando de ponerse a salvo, volviendo a parar al llegar al borde del acantilado.

La sombra de varios lobos apareció junto al rápido destello de un rayo. El joven chilló de terror y junto al bramido del trueno, su cuerpo cayó por el precipicio. El golpe que se llevó al caer al agua fue suficiente para que perdiera la conciencia, dejándolo a merced de la profundidad del lago.

El cuerpo del lobo quería hundirse, más su destino no era ese. Unos brazos humanos rodearon el lomo del animal, alzándolo hasta quedar casi fuera del agua. El chico de cabello plateado nadó hasta la orilla, arrastrando aquel cuerpo hasta alejarlo del lago. Sus ojos se agrandaron al comprobar el color de su pelaje, quedándose sin aire.

Era blanco. Era un lobo blanco.

El joven negó varias veces con la cabeza, ¿cómo podía ser eso posible? Cuando olfateó y descubrió la presencia de otro lobo, pensó que se trataba de un beta debido a su tenue olor. Un beta con un olor algo extraño, quizás.

Gamma ❇ Volkacio / Hollins [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora