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Miércoles, 15 de septiembre


Viktor había perdido la cuenta de las patadas que había propinado a la pequeña piedra gris que desentonaba en aquel camino de tierra, tratando de evitar entrar en aquella casa de madera que para su desgracia, conocía muy bien. No es que el lugar fuera lúgubre o terrorífico, pero el joven alfa no podía evitar sentir algún que otro escalofrío cuando la miraba, aunque fuera desde lejos. Volkov echó un vistazo a su alrededor, inhalando el aire puro que proporcionaban el verde bosque y las montañas; cada día tenía más claro que las zonas naturales del norte eran mejores que la ciudad en sí.

Casi de forma inconsciente, su mirada se clavó en su deportivo negro. ¿Qué pasaría si se montaba en su coche y volvía a casa? Que su hermana lo mataría, claro... Aunque no literalmente. Viktor revolvió sus cabellos, frustrado. ¿Por qué lo había obligado a visitar a la chamán, sabiendo lo mucho que odiaba hacerlo? Sus pies se arrastraron hacia la gran puerta de madera que separaba la propiedad del exterior y dio unos cuantos golpes con el aro dorado que rodeaba la roseta. La mayor no se hizo de rogar, apareciendo embutida en su túnica blanca con adornos dorados. La chamán de cincuenta y pocos años sonrió al ver al muchacho con quien guardaba tantas memorias.

— Viktor Volkov, es un placer verte de nuevo.

— Lo mismo digo, Harenea.

*Harenea es el nombre que se utiliza para las mujeres «chamanes». Las chamanes son el puente entre la vida humana y la vida animal, por lo que la gente suele asistir a ellas cuando hay algún problema entre las dos partes (lobo y humano). Sólo la familia y las aprendices de las Harenea pueden llamarlas por su verdadero nombre.

La chamán soltó una risilla irónica, pues sabía mejor que nadie que al menor de los Volkov no le gustaban nada los ritos espirituales y no le culpaba por ello. Ambos se adentraron en el bonito lugar, dejando sus zapatos bajo la pasarela de madera que la rodeaba. Viktor humedeció sus labios con nerviosismo cuando comenzó a ver decoraciones chamánicas que tanto lo asustaban de pequeño.

— ¿Aún tienes miedo de mis queridas máscaras? — preguntó la mujer —. Sirven para atraer a los buenos espíritus.

— Lo sé — contestó él, fingiendo una sonrisa —. No es algo que yo pondría en mi casa.

Ahora sí, la mujer rió de verdad. Miró al joven con cierta ternura y le indicó que la siguiera por los interminables pasillos, como si no conociera ya el camino. Las puertas de roble oscuro se deslizaron en cuanto sintieron su llegada, dejando paso a una de las habitaciones en donde solían hacer rituales. Una mujer de aspecto más joven y con ropa menos llamativa hizo una reverencia para saludar a la Harenea y a Viktor, quien le devolvió una versión más corta a pesar de que sabía que no estaba obligado a ello.

— ¿Ya sabes lo que hay que hacer, cierto? — le dijo la mayor a la muchacha, quien asintió enérgicamente —. Es una de mis aprendices.

De nuevo, Viktor se limitó a sonreír. Entró despacio en la sala, cuya única iluminación eran las velas que estaban desperdigadas por todo el cuarto. El joven esperó a que la chamán se pusiera en su pequeño altar para ponerse de rodillas sobre el cojín violeta que estaba frente a este. La aprendiz llevó un papel blanco hacia una de las velas y comenzó a quemarlo alrededor del pálido mientras la Harenea recitaba unos cuantos cánticos en un idioma que Viktor nunca lograba entender. Finalmente la mayor se acercó a él, sentando sus rodillas.

Gamma ❇ Volkacio / Hollins [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora