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Domingo, 12 de septiembre


Los rayos de Sol se colaban a través de las ventanas, acariciando el rostro del gamma dormido. Las cortinas se movían por una suave brisa y los pajarillos cantaban felices por el buen tiempo. Aquella mañana de domingo prometía ser tranquila.

Viktor abrió la puerta para dejar pasar a Collins, cuyas manos estaban ocupadas por una bandeja gris. El beta caminó hasta quedar al lado del joven desconocido, sentado sobre la cama. Viktor se acercó después, cauteloso.

— La herida parece que va mejor — dijo Chris mientras la curaba —. Creo que mañana podré quitarle los puntos.

— ¿Y la fiebre?

— Aún no baja. — Clavó una vía intravenosa en el brazo del gamma, colocando una bolsa de antibióticos en el perchero —. Pero es normal. No sabemos cuánto tiempo estuvo corriendo por el bosque con la herida abierta. Viktor, ¿puedes cerrar la ventana?

— Sí, claro.

Volkov se acercó a la ventana que estaba semiabierta al lado de las puertas correderas que daban a un pequeño balcón. Aprovechó para echar un rápido vistazo a las lejanas casas de los vecinos, quienes eran ajenos de lo que ocurría ahí dentro. Un leve gemido hizo que el alfa se diera la vuelta.

— ¿Está despertando?

— No lo sé... — admitió el rubio, dejando la bandeja sobre la mesilla de noche tras levantarse de la cama —. Pero estate atento.

El cuerpo de Viktor se tensó con aquellas palabras. ¿A qué se suponía que debía estar atento? A pesar de que en la escuela le habían enseñado algunas cosas sobre los gamma — nada bueno —, nunca lo prepararon para enfrentarse a uno. El joven de cabello castaño se estremecía entre las mantas, parecía estar sufriendo.

— ¿Qué le pasa?

— Será la fiebre. ¿Puedes ir al baño y mojar una toalla pequeña?

El alfa asintió y se dirigió al baño de la habitación, buscó una toalla en el mueble y abrió el grifo del lavamanos con ella debajo. De pronto un fuerte cosquilleo recorrió su nariz y mandíbula, haciendo que llevase una de sus manos hacia dicha zona. Sus ojos se abrieron por completo al confirmar gracias al espejo, que sus colmillos asomaban. «Mierda», pensó.

— No, ¡espera!

El grito de Collins puso al alfa en alerta, quien cerró el grifo y volvió al cuarto. El gamma había despertado y ya no se encontraba en la cama, sino en una esquina de la habitación. El perchero con la bolsa de antibióticos estaba tirado en el suelo y había un pequeño rastro de sangre hasta donde se encontraba aquel chico. Volkov observó que procedía de su brazo, en donde estaba conectada la vía.

— ¿Qué ha pasado? — preguntó, acercándose a Chris.

— Despertó y entró en pánico — contestó, apresurado —. ¿Por qué tus colmillos...? Viktor, tus ojos están cambiando de color.

— Mierda, no sé qué me ocurre. ¿Qué hacemos?

— Oye, chico... — Chris trató de dar unos pasos, pero el gamma gritó.

— ¡No te acerques! — La espalda del castaño tocó la pared. Sus ojos buscaban con urgencia la forma de huir —. ¡Te he dicho que no te acerques!

— Tranquilo, ¿vale? — Chris hablaba tranquilo, con una sonrisa —. Soy beta, ¿de acuerdo? ¿No puedes olerme?

— ¡Lo único que huelo es a ese maldito alfa de ahí! — chilló, dejándolos perplejos —. ¡No os acerquéis a mí!

El gamma trató de levantarse y correr hacia la puerta pero en cuanto sintió el dolor de la herida, sus débiles piernas hicieron que cayera de rodillas. Chris corrió hacia él para ayudarlo pero en cuanto este lo tocó, el alfa comenzó a gruñir. El rubio lo miró anonadado e incluso indignado, asombrado porque Volkov lo hubiera amenazado de esa manera.

— ¿Se puede saber qué haces? — preguntó el beta, viendo como Volkov se acercaba a ambos —. ¿Por qué me has gruñido?

— ¡¡Aléjate de mí!!

El gamma empujó a Collins para quitárselo de encima y arrastrarse hacia la esquina de nuevo. Ahora el joven lloraba y aterrorizado, intentaba esconderse entre sus piernas. El beta rubio se puso en pie, sintiéndose algo mareado. Las feromonas de Viktor comenzaban a inundar la habitación y estaban afectándole. No sabía qué demonios pasaba con su amigo pero parecía que su lobo estaba tomando el control.

— Viktor... ¡Viktor!

El alfa caminaba despacio hacia el gamma, quien volvía a chillar de terror al notarlo. Collins observaba la escena agobiado, su respiración se volvía más y más irregular. No sabía qué hacer, tampoco entendía qué estaba pasando. ¿Volkov quería matarlo? Agarró uno de los brazos del más alto, deteniéndolo. «¿Estás loco?», le susurró. «Vuelve en ti, lo estás asustando».

— ¡Cállate!

Aquel grito de Volkov fue suficiente para que el mundo se detuviera por un segundo. Los ojos dorados del alfa y los del beta se abrieron por completo al ver cómo aquel joven gamma se hacía pis encima, manchando el pijama de rayas que llevaba puesto. Unos instintivos gemidos salieron de su garganta y el beta volvió a agarrar a su amigo, esta vez con una fuerza que dejó atónito al propio Viktor.

— ¡Vete de aquí! — vociferó Chris, arrastrando a su amigo hasta el pasillo —. ¡Vete de aquí y no vuelvas hasta que te tranquilices!

El iris de Viktor volvía a su típico tono gris, aunque sus colmillos seguían ahí. Sus ojos aún estaban abiertos como platos, sin procesar lo que sucedía. Él tampoco comprendía por qué se había puesto así.

— Chris...

— ¡Vete! — lo empujó hacia las escaleras —. ¡Largo de aquí!

Viktor bajó unos cuantos escalones, deteniéndose para volver a mirar a su amigo. Cuando este le gruñó, supo que no debía seguir insistiendo y que lo mejor era marcharse. Bajó a la primera planta a toda prisa y prácticamente corrió hacia la salida, apoyándose en el muro que rodeaba la casa. Su corazón latía a toda prisa, su boca entreabierta jadeaba sin aliento. Sus colmillos dolían de nuevo, obligándolo a estremecerse. No podía quitarse de la cabeza la imagen de aquel gamma, mientras una voz en su interior le decía: «muérdelo».

Gamma ❇ Volkacio / Hollins [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora