Capítulo 1 ~ Cuándo Nos Conocimos

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Septiembre 14, 2014.

Marinette Dupain-Cheng estaba rodeada de amor y risas en su decimocuarto cumpleaños. La panadería de sus padres, Tom y Sabine, estaba adornada con guirnaldas y globos, creando un ambiente cálido y acogedor. Sus abuelos compartían historias del pasado, mientras que Alya Cesaire, su amiga incondicional del colegio, capturaba cada momento con su cámara.

Nino, el amigo de la infancia de Marinette, llegó con su característica sonrisa y un regalo envuelto con esmero en sus manos. Era más que un amigo; era su confidente, el único que conocía cada sueño y temor que Marinette guardaba en su corazón.

A lo largo de los años, su amistad había resistido la prueba del tiempo, fortaleciéndose con cada secreto compartido y cada momento de apoyo mutuo. Nino tenía un talento especial para hacer sonreír a Marinette incluso en sus días más grises, y ella valoraba su presencia más que nada.

Chloé y Zoé Bourgeois, las gemelas que habían entrado en su vida como un feliz accidente, se habían convertido en pilares de amistad y apoyo para Marinette. A pesar de su timidez y la lucha constante con la confianza en sí misma, Marinette había encontrado en ellas un refugio seguro.

La celebración era un reflejo de la vida de Marinette: sencilla pero llena de significado. Cada risa compartida y cada abrazo dado eran tesoros que guardaba en su corazón. Y aunque a veces le costaba abrirse a los demás, aquel día se sentía agradecida por las conexiones que había forjado a lo largo de los años.

Mas tarde al finalizar su fiesta de cumpleaños, ya en la penumbra de su alcoba, tras el velo de la noche y el eco de un festejo que se desvanecía en el aire, Marinette se encontró ante un misterio tan diminuto como poderoso: una pequeña caja adornada con un símbolo chino.

Con las manos temblorosas por la anticipación y sus ojos brillantes de curiosidad, levantó la tapa para revelar un par de pendientes escarlata, salpicados con lunares ébano que parecían susurrar historias de antiguos encantamientos.

— ¡Oh, qué maravilla! Seguro es un presente de mis queridos padres... — musitó Marinette, su sonrisa iluminando la estancia más que cualquier candil.

Sin titubear, adornó sus lóbulos con las joyas, y se aproximó al espejo. La vanidad le hizo un guiño mientras contemplaba su reflejo.

— Son una obra de arte — exclamó, y su voz danzaba entre las sombras, tan hermosa como los pendientes que ahora eran parte de ella.

De repente, la habitación se inundó de una luz deslumbrante, un fulgor que parecía emanar de los mismos confines del universo. Cuando la intensidad se atenuó, Marinette entreabrió sus párpados con cautela, y ante ella se materializó una visión inesperada: un ser diminuto de ojos como zafiros celestiales y piel de un rojo intenso, coronado por un punto singular en su frente.

— ¡Dios! ¿Qué eres tú? — exclamó Marinette, retrocediendo hasta tropezar y caer al suelo.

— No temas, Marinette — replicó la criatura con dulzura.

Pero el miedo había echado raíces en el corazón de Marinette, que seguía retrocediendo mientras la criatura intentaba calmar su espíritu turbado.

— ¡Mamá! ¡Papá! ¡Socorro! — clamaba, arrastrándose hacia atrás.

— ¡No, por favor, escúchame! Soy tu amiga— insistía la criatura.

Marinette, sorda a sus palabras por el pánico que la embargaba, se apoderó de un vaso de cristal del escritorio y con un movimiento rápido encerró al ser dentro.

—¡Capturada! —proclamó triunfante.

—Bien, si eso te reconforta, lo comprendo —suspiró la criatura resignada.

Dime Quién EresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora