Capitulo III: La fiesta del Sol (III/III)

86 13 62
                                    

Mi aposento se hallaba en la torre norte

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi aposento se hallaba en la torre norte. Recorrí todo el extenso camino de regreso al salón del fuego, donde se realizaba la celebración. Me cubrí con una capa de color claro que disimulaba el tono oscuro de mi túnica y cubrí mi cabello con la capucha. Los guardias que encontré en mi camino solo notaron el tono oscuro de la piel de mi rostro, reconociendo en mí a su princesa, se inclinaron, reverentes, sin hacer preguntas.

La noche era clara, la luna en lo alto del cielo resplandecía opulenta, esa sería la noche más corta del año y a partir de ella se alargarían hasta llegar a la más duradera de ellas en el solsticio de invierno, la festividad de Lys, mi favorita, no solo por ser mi cumpleaños sino porque era oscura y llena de magia.

Sí, nací el día en que se celebraba la noche más larga del año, donde, según el mito, Lys apresaba a Morkes, el nigromante, en la oscuridad perpetua del Geirsgarg junto con sus draugr y sus fantasmas. Representaba la festividad del bien sobre el mal, la magia blanca prevalecerá por siempre sobre la hechicería oscura, o eso decían los sorceres ancianos.

El día de mi nacimiento se leyeron las estrellas. Yo era una hija anhelada por muchos y por mucho tiempo ya que, como saben, el rey no había podido concebir en su anterior alianza, así que se aguardaban grandes cosas de mí, pero nací en ese día, el que representaba la batalla entre el bien y el mal, así que yo podría encarnar todo lo bueno, pero también la absoluta maldad de la oscuridad.

Sospechaba que las estrellas revelaron un aciago destino pues lo que se leyeron en ellas hasta ese momento no había sido revelado.

Ese era un motivo más para odiar a Englina, pues a diferencia del mío, su cumpleaños no dejaba lugar a dudas, se celebraba en el mejor día del año, el de las cosechas, donde se agradecía a la madre de todos por su infinita bondad, el día en que el sol permanecía por más tiempo brillando en la tierra ¿Quién podría tener dudas sobre su destino si había sido bendecido por el sol y la mismísima Olhoinna? Englina lo tenía muy presente y siempre me lo recordaba de la peor manera.

Algunas de las puertas del salón del fuego se abrían al jardín. Los corredores que lo atravesaban tenían suelos de piedra; en los techos y columnas serpenteaban, hasta cubrirlas, hermosas ramas de glicinas moradas perfumadas, en el centro arbustos repletos de bayas o de flores que le daban una apariencia idílica.

El corredor que bordeaba el extremo oeste daba justo a una puerta hacia el exterior del palacio flotante. Era una salida que solo la usaban los jardineros y por la que usualmente casi nadie transitaba. Era por allí por donde pretendía escapar.

Salir del castillo por algún otro sitio sería imposible, pues había guardias custodiando cada puerta.

Al llegar al corredor de las flores, el cual rodeaba al salón, de fuego, me quité la capa y la escondí entre las macetas. Avancé por uno de los pasillos hacia el que daba a la salida. Si alguien se percataba de mí solo vería a una persona de cabello oscuro y vestida de negro, paseando por el jardín que, al igual que otros tantos, deseaba refrescarse con la brisa nocturna.

Augsvert II: El exilio de la princesa (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora