Capitulo VI: La magia de Morkes (I/III)

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Sexta Lunación del año 292 de la Era de Lys

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Sexta Lunación del año 292 de la Era de Lys. Heiorgarorg, palacio Adamantino.

Los días pasaban sin sobresaltos ni sorpresas, al menos en apariencia.

Yo tenía que hacer malabares para ayudar a Erika a verse con Dormund y también para poder practicar en secreto los hechizos que iba descifrando del extraño lenguaje en el misterioso libro.

Los entrenamientos continuaban igual de exigentes, preparándonos para la competencia de los tres picos, pero yo, con ayuda de lo que descubría en las páginas del libro, lo hacía cada vez mejor.

Mas que hechizos, lo que había descifrado de los textos en clave eran técnicas para aumentar la energía espiritual, de tal manera que esta fluyera incrementando el poder en mí. Por eso, cada hechizo que realizaba era más efectivo. Los ataques con la espada se hicieron más potentes, al punto de lograr en algunas clases, cubrir la madera de la espada de entrenamiento con mi energía espiritual del mismo modo que lo hizo Aren aquella vez en su combate con Gerald.

Lo único malo era que los rituales que el libro exigía para aumentar el poder energético en ocasiones se asemejaban a magia de Morkes.

Muchos de los ritos incluían mi sangre o exigían sacrificios de animales. Cada vez que debía asesinar a un conejito, a una rana o a una lagartija, mi corazón se estrujaba un poco. Pero luego, cuando me bañaba con esa sangre o preparaba las pociones y las bebía, sentía en mi cuerpo fluir el savje con fuerza y entonces era como si estuviera embriagada. Me sentía exultante. El poder corría por mis venas llenando cada fibra de mi ser y cada vez quería más. Si esos pequeños sacrificios podían hacerme sentir tan bien, llenarme de tanta energía y convertirme en una gran hechicera como lo había sido mi padre, como lo era mi madre valían la pena.

Sería una reina impresionante, la mejor sorcerina que jamás conoció Augsvert, mejor incluso que mis ancestros.

Cerca del solsticio de invierno, solo cuatro de nosotros podíamos cubrir nuestras armas de energía espiritual: Aren, Englina, Gerald y yo. Si las cosas continuaban como iban, seguramente iría a la competencia de los tres picos.

La lunación anterior al solsticio de invierno, el maestro Vaarh llamó a cuatro de nosotros a su despacho.

Luego de un entrenamiento en extremo agotador, Aren, Davian, Englina y yo entramos detrás de él al salón en el que el maestro se retiraba luego de sus clases. Era una amplia habitación que se abría al patio trasero, donde estaban el huerto de plantas medicinales y algunos árboles frutales. La estufa encendida proporcionaba un agradable calor que paliaba las bajas temperaturas del exterior que empezaban a sentirse anunciando el invierno.

Dormund se encontraba dentro, de pie, callado y distante como siempre. Cuando entramos inclinó brevemente la cabeza en nuestra dirección. Recostados de las paredes, hallábanse varios estantes en los cuales se exhibían diferentes espadas de hojas negras y otras de acero plateado, todas con un brillo deslumbrante. Se encontraban sobre trípodes de madera oscura. Además de espadas, otras armas también estaban expuestas. Algunas, como un hermoso chakran con símbolos labrados en su hoja circular, reposaban en cajas de vidrio.

Augsvert II: El exilio de la princesa (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora