Epílogo

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Salir de Augsvert nunca fue problema

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Salir de Augsvert nunca fue problema.

El campamento exhibía una tensa calma luego de los funestos acontecimientos de la noche anterior. Envuelta en el capote me deslicé hasta donde pernoctaban los hipogrifos y tomé uno.

En poco tiempo descendí cerca del puesto que custodiaba la frontera norte, alejada de Ausvenia y del desastre.

El problema nunca había sido salir de Augsvert, sino entrar en él. Cambié mi apariencia y cambié el color de mis ojos y cabellos por negro, hice un hechizo de camuflaje para la marca que mi magia dejaba, en el caso de que alguien quisiera buscarme y crucé la frontera.

Caminé casi toda esa noche por el bosque aledaño. Cuando me sentí tan agotada que ya no pude seguir creé una barrera y traté de descansar bajo su protección.

No pude hacerlo.

Cada vez que cerraba los ojos caía en un pozo de oscuridad donde poco a poco las escenas de la terrible noche anterior se abrían paso. Volví a contemplar a mi madre muerta en brazos de lara Moira. De nuevo la capitana lloraba inconsolable ante al ataúd de cristal.

Por último los sueños se convirtieron en hórridas pesadillas. Miles de alferis en pedazos venía a reclamarme para arrastrarme junto a ellos al Geirsgarg. Una neblina oscura nos envolvía y solo los ojos de fuego de Morkes, el dios nigromante eran visibles, fijos en mí.

Terrible venía a buscarme para convertirme en su draugr.

Al amanecer nada mejoró.

Continuaba alucinando, viendo a mi madre entre los árboles, escuchaba su risa. Podía oírla llamándome, reclamándome.

¿Quién era yo?

¿Qué clase de persona era capaz de matar a su propia madre?

¿Quién podía asesinar a tantos y chupar, como la mas asquerosa estriga, el savje?

Yo era un monstruo, nada mas, nada menos que eso.

Lo había perdido todo, madre, padre, amigos, súbditos... Nadie me extrañaría.

Me quité la cinta de mi vestido y subí a lo alto de un árbol. Até uno de los extremos a una gruesa rama y el otro lo anudé en mi cuello.

En lo único que podía pensar era en las leyendas que decían que los reyes y los príncipes iban al Geirsholm a beber vino y ser felices por siempre. Quizá allí estaría mi madre. Tal vez en la muerte perdonaría lo que yo había hecho en vida. Tal vez ella si perdonaría lo que yo no podía.

Cerré los ojos con los de ella fijos en los míos. El gris cristalino de su mirada y su hermosa sonrisa me esperaban.

Salté.

La cinta se tensó alrededor de mi cuello cortándome la respiración. El mundo se volvió negro, antes de perder el conocimiento llegó a mis oídos un zumbido y mi cuerpo se precipitó al suelo junto a un sonido metálico.

Abrí los ojos.

Arriba de mí solo había frondosa vegetación, el verde de las hojas iluminado por los rayos del sol que se filtraban a través de ellas. Me senté y miré a mi alrededor, continuaba sola, pero a mi lado había una espada.

La hoja brillante y la empuñadura de hueso con incrustaciones de lapislázuli y ópalos cristalinos. Era una espada magnífica.

Cuando la tomé en mis manos vendadas algo muy extraño ocurrió. La hoja se cubrió de una bruma negra y densa, de mi cuerpo también salió la misma energía y ambas se envolvieron como si se conocieran y extrañaran. Luego las dos energías fusionadas me envolvieron y me sumergieron en aquella sensación que ya empezaba a serme familiar, la del poder oscuro.

Era como si la energía de la espada reconociera a la mía y ambas se aceptaran.

Poco a poco la extraña experiencia fue mermando y yo quedé extenuada en el suelo del bosque cubierto de hojas y ramas.

Jadeando tomé la espada en mi mano. En la hoja había símbolos labrados. De pronto una imagen acudió a mi mente, un recuerdo de hacía casi un año.

Esa espada y los símbolos labrados en ella ya yo los había visto antes, en la sala secreta de la biblioteca. Esa espada era muy similar a la que tenía la estatua del dios misterioso. La examiné bien: Solo existía una espada con empuñadura de hueso, una que guardaba en su interior energía oscura, aquella que provenía del resentimiento de los fantasmas y draugres que ella destruía: Esa espada era Assa aldregui.

 La examiné bien: Solo existía una espada con empuñadura de hueso, una que guardaba en su interior energía oscura, aquella que provenía del resentimiento de los fantasmas y draugres que ella destruía: Esa espada era Assa aldregui

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Assa aldregui: Sin retorno. La llamada espada mata fantasmas.

Geirsgarg: Lugar de tormento al que van las almas al morir, está gobernado por Morkes, el dios nigromante.

***Hasta el fin que viene, nos leemos en "Augsvert, la venganza de los muertos."

Infinitas gracias por llegar hasta aquí.

Infinitas gracias por llegar hasta aquí

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Augsvert II: El exilio de la princesa (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora