Desde que Margarita tenia uso de razón ha estado enamorada del sensual y muy atractivo entrenador de los especialista.
Saul Silva.
El nombre del hombre que esta tatuado en su corazón.
Y ahora que ya era momento de empezar a estudiar en alfea, seria...
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El mundo no es un lugar lleno de cosas hermosas y momentos felices, el mundo es un lugar cruel, oscuro y siniestro, es el maldito infierno en la tierra y a cualquier rayo de luz, a cualquier símbolo de esperanza, lo destruyen con su codicia, su avaricia, su venganza y muerte. En un mundo tan vil y cruel como era el Otro Mundo, se mercan que la plaga de quemados hubiera llegado a su mundo, que esos seres ruines que parecían demostrar todo lo malo que había en el mundo aparecieran fue como una clase castigo divino.
Pero para Andreas de Eraklion, eso fue más que un castigo divino, fue su condena y su exilio y ahora debía pasar sus días en un espacio olvidado del mundo sabiendo que en otro lado estaría Saul Silva criando a su hijo como si fuera de él, viviendo la vida que él merecía, bebiendo, comiendo y pasando el rato.
Odiaba a ese hombre con todo su ser.
Por su culpa casi muere, él le arrebato todo lo que mas amaba, le arrebató su reino, su vida, su familia y creía que lo mejor era devolverle lo mismo que él le dio y no pararía hasta cumplir con su venganza con paciencia.
Al final él sería quien reiría al último.
- ¿Quién eres? - una dulce voz parecida al canto de los estorninos hizo que Andreas dejara de ver el paisaje frente a él para ver a la niña mas hermosa, mas pura y mas brillante que había visto en toda su vida.
Era como un ángel bajado del cielo, como dirían los humanos.
Su cabello rubio estaba suelto y caía por su rostro de manera despeinada y divina, sus ojos verdes parecido al del mas puro zacate, su piel pálida y sus mejillas sonrojadas al igual que la brillante sonrisa en su rostro hizo que tuviera que parpadear varias veces para ver si esa niña era real.
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- ¿Quién eres tú? - pregunta cautelosamente sintiendo la gran energía mágica que salía de la niña
-soy Margarita- responde la pequeña acercándose al hombre extraño sin ningún rastro de malicia en su ser, simplemente la inocencia y la ignorancia de la niñez.
Ese nombre paralizo a Andreas, claro que conocía el nombre de aquella niña con la magia mas poderosa que había sentido nunca, una magia increíble, a la niña por la cual decenas de quemados atacaron Alfea cuando Rosa estaba dando a luz.
