《 Donde sea 》

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Historia dedicada a: AlexandraHilari

Te tomaré donde sea y no me importará nada más que no sea adorar tu cuerpo.

Si alguien alguna vez se atreviera a preguntarle al soberano de Egipto, si le importaba mantener en privacidad su intimidad, él simplemente respondería:

—No me importa.

Pero no es que a Ramsés le gustase que otros vieran el cuerpo de su adorado esposo, al contrario, él era un hombre muy celoso, y como el celoso que era, siempre que tenía la oportunidad, se dedicaba a demostrarle a los demás que Moisés era todo suyo. Para él, la mejor forma de demostrarlo era follarse a Moisés en cualquier lugar, sin importarle si había algún guardia, siervo o noble por ahí. Aunque claro, pobre de aquel o aquella que por accidente viera de más cuando eso pasaba.

Estaba permitido escuchar, más no ver.

Todos en el palacio sabían de esto y trataban lo más posible de no estar en el lugar equivocado en un momento equivocado, pero no todos corrían con la suerte de huir cuando esto pasaba. Como, por ejemplo, los guardias que tenían como deber vigilar ciertas áreas en el palacio, sin posibilidad de dejar su puesto.

Ambos soberanos decidieron tomarse un descanso de sus responsabilidades y por sugerencia de Ramsés fueron a refrescarse un rato en la pequeña piscina que se hallaba en el jardín. Siempre venía bien de vez en cuando tomarse un pequeño e "inocente" descanso. El primero en entrar al agua fue Moisés, se despojó de la manta que lo cubría quedando solo con un pequeño shenti* que no dejaba nada a la imaginación y Ramsés se sintió tan afortunado de tener tal magnífica vista delante de él.

—Por los dioses —suspiró hipnotizado mientras lo seguía dentro del agua.

—Definitivamente, fue una gran idea venir aquí para refrescarnos un poco —soltó Moisés demasiado distraído como para ver el deseo en los ojos de su esposo.

—Sí, definitivamente —afirmó el rey viendo embelesado como el agua escurría por toda su piel y a la vez la hacía ver más brillosa gracias a los rayos del sol. Haciéndolo ver deseable, hermoso, como si fuera un dios, un dios que lo llevaba al límite. Y el único pensamiento coherente que le pasaba por la cabeza era que tenía que tomarlo ahí y una vez más demostrar que ese hermoso dios del Nilo era de nadie más que suyo.

—Mi reina —Susurró antes de tomar los labios de Moisés en un feroz y candente beso, acercándolo, aferrándose a él de forma posesiva—. Déjame... déjame adorarte aquí y ahora, por favor —suplicó entre besos que fueron descendiendo hacia el cuello, el hombro, las clavículas, y ahí se detuvieron por un instante solo para dejar marcas moradas y rojas.

El ex-hebreo en este punto estaba jadeando y suspirando, tratando fallidamente de mantener la cordura —Ramsés no puedes, hay guardi... —la excusa que iba a dar fue acallada rápidamente por otro beso, donde el rey se dedicó lentamente a explorar su boca con la lengua, disfrutando del sabor dulce que esta tenía.

—No me importa, deseo tanto adorarte y que ellos escuchen como lo hago, que oigan como nuestra reina y diosa es adorada por su rey.

Las palabras fueron sustituidas por sonidos intangibles y obscenos que eran producidos por la pasión en la que el soberano de Egipto tomaba el cuerpo de su marido. Lo llenó de besos húmedos, de mordidas, mientras sus dedos se dedicaban a lentamente expandir la estrecha entrada. Moisés solo podía gemir el nombre de Ramsés, pidiendo sin palabras que se diera prisa, quería sentirlo en lo profundo de él. Aunque él no lo admitiera, el hacerlo dentro del agua y con gente alrededor lo estaba poniendo muy caliente. Al egipcio le encantaba torturarlo de esa manera, él sabía que su amante estaba delirando de placer y necesitando más de lo que sus dedos podían ofrecerle, pero no quería ir rápido, quería tomarse su tiempo, recorrer cada centímetro, buscando lunares, cicatrices de guerra y sobre todo, más puntos sensibles.

Cortos • MoisésxRamsésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora