En el que dan más detalles acerca del agradable caballerito y de sus aventajados discípulos
Estaba bastante avanzada la mañana siguiente cuando Oliver despertó de su dilatado y profundo sueño. En la estancia no vio a nadie más que al judío, quien removía con una cuchara de hierro el café que estaba hirviendo en una cacerola. Silbaba entre dientes el judío mientras estaba entregado a la ocupación indicada, y de tanto en tanto interrumpía los silbidos y la operación para escuchar atento ruidos o rumores que no sonaban, volviendo a su tarea luego que había adquirido el convencimiento de que el silencio era absoluto.
Aunque Oliver no dormía ya, es lo cierto que tampoco estaba completamente despierto. Existe un estado de sopor, intermedio entre la vigilia y el sueño, durante el cual sueña el hombre más en cinco minutos, con los ojos medio entornados y medio dándose cuenta de todo lo que en torno suyo pasa, que en cinco noches pasadas con los ojos completamente cerrados y sumidos todos los sentidos en una inconsciencia absoluta. En esas ocasiones es cuando el hombre puede formarse una idea ligera de las portentosas facultades del espíritu, que, desligado de las trabas que a sus operaciones opone la envoltura material, lánzase lejos de la tierra y se burla del tiempo y del espacio.
Tal era el estado en que Oliver se encontraba. Con los ojos casi cerrados estaba viendo al judío, oía sus silbidos y hasta reconocía el rumor producido por el roce de la cuchara contra las paredes de la cacerola, y al propio tiempo su espíritu volaba libre y sin trabas por el espacio, reanudando sus relaciones con cuantos mortales había conocido en la tierra.
Hecho el café, el judío retiró la cacerola y permaneció algunos instantes como indeciso, cual si no supiera cómo emplear el tiempo. Giró luego sobre sus talones, miró a Oliver, le llamó por su nombre, y como no recibiera respuesta, supuso que el muchacho continuaba durmiendo profundamente.
Satisfecho al parecer sobre este particular, el judío se llegó hasta la puerta y la cerró. Seguidamente alzó algo, que Oliver creyó que era la tapadera de una trampa abierta en el suelo, y de su fondo retiró una cajita que colocó cuidadosamente sobre la mesa. Lanzaban sus ojos destellos luminosos al abrir la cajita y mirar ansioso su contenido. Arrastrando una silla junto a la mesa, se sentó, y del interior de la cajita sacó un reloj magnífico de oro guarnecido de brillantes.
—¡Ah! —exclamó el judío, encogiéndose de hombros y haciendo una, mueca espantosa—. ¡Son unos perros fieles esos muchachos, perros fieles! ¡Constantes hasta el fin! ¡El anciano sacerdote no ha conseguido arrancarles una palabra acerca de su paradero! ¡No han hecho traición al viejo Fajín! Por supuesto... ¿qué hubieran salido ganando? No hubiesen aflojado el dogal ni conservado su posición un segundo más... ¡No, no, no! ¡Famosos muchachos... famosos, sí!
Haciendo a media voz estas y otras reflexiones semejantes, el judío volvió a colocar el reloj en la caja. Sucesivamente fue luego sacando de ella otros cinco o seis, que contempló con idéntico arrobamiento, tras los cuales aparecieron varias cadenas, sortijas, aderezos, brazaletes y, otras joyas, todas ellas de metales preciosos y trabajo tan artístico, qué dejaron atónito a Oliver, aunque, ni idea tenía de sus nombres.
Vueltos a colocar en la cajita todos aquellos objetos, el judío sacó otra tan pequeña, que cabía en la palma de su mano. Sobre la tapa de la cajita debía haber alguna inscripción microscópica, pues el judío la dejó sobre la mesa y, haciendo pantalla con sus manos, la estudió largo rato con atención. Dejóla al fin como desesperanzado de leer los diminutos caracteres, y arrellanándose en la silla murmuró:
—¡Qué hermosa es la pena de muerte! Los muertos no se arrepienten jamás, los muertos nunca tienen el extraño capricho de venir a sacar a luz historias desagradables. Es la mayor de las garantías del comercio. Cinco de ellos quedaron en hilera entre el cielo y la tierra, y ninguno ha venido a reclamar su parte en el botín.
ESTÁS LEYENDO
Oliver Twist
AventuraOliver Twist es una de las novelas más célebres de la literatura universal. Es la novela más conocida del escritor inglés Charles Dickens. Oliver, desde la muerte de su madre, es un pequeño huérfano que pasa por mil y una penurias. Desposeído de su...