Es bien sabido que en esta época, los bailes glamurosos del palacio, son eventos infaltables en la agenda diaria de cualquier sangre noble, podía ser una "discreta batalla" entre damas, discutiendo por atención con sus despampanantes vestidos y relucientes joyas, mientras que para los caballeros; un ameno momento de bebida, juegos de apuestas o conversaciones sobre política, nunca va mal, contando mil y un anécdotas, demasiado aburridas para algunos jóvenes, quienes solo vienen a dar miradas indiscretas con galante coquetería, buscando a alguien que podría ser su pareja para la próxima piezaPero este evento es algo... especial, digno de ser celebrado a lo grande, pues entre toda la multitud de ojos envidiosos y lenguas filosas, murmurando con recelo o simple admiración, observan a la futura pareja imperial, ambos tomados de la mano, pasearse por el salón, anillos en alto, un tintineo semejante a dos estrellas que los enlazan como futuros cónyuges
—¿No creen que se ven adorables?— voz aniñada, muy fina que provoca hastío, teniendo estampada en su rostro una sonrisa demasiado amable, siendo que solo los más precavidos, saben que podía aguardar un gesto embustero—
Su acompañante lo ignora sin reparos, bebiendo con lentitud, observando a los prometidos sonrientes, pensando en ese patético vizconde rastrero, no era tan estúpido como la mayoría aquí presentes, utilizando correctamente a sus hijas, se había hecho de un puesto inmerecido
—Ahora no solo tengo a mi amada mariposa como esposa, sino que ahora la mismísima emperatriz es cuñada mía, ¿podría decir ahora que Dios existe y soy su favorito? Tal vez pueda dar un generoso obsequio a la Iglesia— se burla, viendo con diversión al adverso, le encanta cuando las personas suelen enojarse, una faceta tan entretenida, aunque no tanto cuando son presas de la desesperación o el llanto—
—Oh no— susurra con malicia— no, tu fortuna... tan solo es un mísero pedazo de lo que yo obtendré a futuro
Y lo decía con tanta confianza
A finales de otoño, el imperio da los últimos retoques
—No se ve muy animado
Tanjiro desvía la mirada exasperado, el anillo de compromiso, olvidado entre papeles y tinta fresca
Sabito le sonríe con reconfortante paciencia, guardando algunos libros en las estanterías, siempre atento a una respuesta del emperador
—¿La joven Kochō no es de su agrado?— probablemente el emperador haya aceptado por compromiso, una recompensa para el primer noble, en apoyar su rebelión para tomar la corona, tirando fichas a la suerte, porque dudaba mucho de la "generosidad" del vizconde—
Su rostro niega con lentitud, pero los adorables ojos, se manchan de una culpa rápidamente detectada por Sabito, por lo que espera nuevamente, sin tener intenciones de presionar al emperador
—No siento nada— murmura, apoyándose en el respaldo del asiento, derrotado en tratar de encerrar sus pensamientos— cuando alguien está por casarse, ¿no debería sentir emoción? No sé, ¿ilusión, quizás?— su punto de vista, fácil y despreocupado, cuando aún vagaba por calles frías, escuchando a su madre, contarle las metas que realizaría a futuro, imaginando sus anhelos, lo que mejoraría del imperio tan superficial, hacerlo realmente destacable entre muchos otros, terminaron por quebrarse cual cristal contra el piso, ¿que derecho tenía? Si estaba comportándose de la misma manera que sus antepasados—
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𝐀𝐑𝐑𝐎𝐃𝐈𝐋𝐋𝐀𝐃𝐎𝐒 𝐀𝐍𝐓𝐄 𝐌Í
Fanfiction"Para bien o para mal, la corona a caído sobre mi cabeza"