⛓Confesión⛓

5 1 0
                                    

Corrí lo más rápido que pude, no se encontraba bien, una palabra fue suficiente para denotar lo evidente.

Su puerta estaba abierta, no se encontraba fuera y con el permiso que yo mismo me concedí, entré.

Se encontraba en su habitación, lágrimas decoraban su rostro, pupilas dilatadas de tanto llorar, esperé por unos segundos parado en la entrada de su habitación, pretendía que sola se diera cuenta de mi presencia.

—Estás aquí.

—Sí—digo y me adentro en su habitación para sentarme a su lado.

—Puedes....¿Quedarte esta noche?—Dice y solo asiento, no fueron necesarias las palabras.

Me condujo hasta la habitación de invitados, acomodó la cama y colocó sábanas limpias.

Se dirigió a su habitación y solo me quedé ahí, observando como esa despeinada melena se retiraba con débiles pasos y la mirada perdida.

Lograr dormir era algo que se me había convertido en un problema, llevaba casi tres días sin lograrlo.

MIRELLE BROWN

Sangre...

La imagen del cuerpo sin vida de mi pareja reposando en el suelo, sangre brotaba de su visible herida, sus carnosos labios morados por el frío, su moreno característico siendo sustituido por desigual palidez y... Sus ojos, esos ojos color miel perdidos a la nada.

Horror... Esa era la palabra exacta para describir lo que sentía en ese momento.

Colapsé en llanto frente a tal panorama...

No...— Un susurro escapó de mis resecos labios.

No...

¿Porqué no puedo simplemente olvidar?

Mi mente apartó esos recuerdos al ver que no me encontraba sola. Esos ojos profundos vigilándome, analizándome, por un momento vi en su rostro a mi pareja, la esperanza de que todo hubiera sido sólo un sueño anidó en mi.

Al volver a la cruda realidad... ¿Que hacía él aquí?

Él...

Se encontraba sentado en una silla frente a mi cama, me observaba dormir, nunca imaginé que eso llegase a ser entretenido, sus brazos descansaban sobre su regazo, su cabello despeinado reflejaba levemente la luz de la luna que se colaba por la ventana.

Su mirada vacía clavada a mí era bastante incómoda.

—¿Que haces aquí?

—¿No le puedo hacer una visita a mi querida amiga?—dice en tono burlón.

—¿Porqué a esta hora? Anda ve a dormir.

—No puedo dormir.

—Yo tampoco, cuando lo conseguí llegaste y lo arruinaste.

—Ni creas, dormías como una bebé.

—¿Cuánto llevas ahí?

—No des importancia a lo que no la tiene.

Por fin cambia su estática pose, no le di importancia hasta que vi que se dirigía hacia mí.

—¿Que haces?

—Recostarme a tu lado.

Antes retiró su camisa dejándome ver su perfecto y marcado abdomen, el contraste de luz que había lo hacía lucir muy bien.

—¿Es enserio?—digo incrédula con los ojos entrecerrados.

—¿Que pasa? No es la primera vez que dormimos juntos, no le veo nada de malo.

—Teníamos ocho años Charlie, no es lo mismo.

—¿Que cambió? Yo te sigo viendo como mi amiga de los rizos dorados ¿Acaso algo cambió para ti?—¿Que busca preguntando esas cosas?

—Vamos entra—digo acomodandome para hacerle un espacio, no le daría el gusto de verme derrotada.

No hay nada de malo, nada cambió, es solo mi amigo de la infancia, y tú sigues tan viuda como hace cinco minutos.

Repito a mí misma constantemente, el hecho de tenerlo a mi lado semi desnudo me impide dormir.

—Vamos cierra los ojos—dice pasando su mano por mi rostro cerrandolos.

—¿Porqué te importa?

—¿Porqué te importa que me importe? Vamos duerme, no te haré nada malo, no seas tonta.

¿Tiene respuesta para todo?

Solo cerré mis ojos, me incomodaba esta cercanía entre ambos, pero a la vez me daba cierta seguridad.

Siento como su mano se desliza por mi cintura hasta cubrirla por completo y acercarme aún más a él.

'Espacio personal' no está en su diccionario.

Me di cuenta que quejarme sería en vano, y en realidad no era precisamente una tortura así que lo permití.

#

—Buenos días dormilona—Escucho a la vez que fuertes estruendos bastante molestros—Estás confundiendo historias, Ricitos de oro no dormía, esa era la Bella durmiente.

Cuando mis ojos se acostumbran a la brusca luz que entraba de frente logro verlo a él, una sonrisa quería desencajar su mandíbula, en sus manos tenía... ¿Cacerolas?

—¿No había otra forma más humana de despertarme que no fuera a cacerolazos? Oh mejor... Simplemente no hacerlo— digo para lanzarme hacia atrás y tapar mi cara con mi almohada.

—¿Crees que no lo intenté? Además... Esta forma era mucho más divertida—dice mientras jala mi cobija para obligarme a ponerme en pie-Vamos, levanta, te he preparado el desayuno.

—No quiero, quiero dormir.

—Parece que en realidad quieres que toque otro pequeño concierto con estas—dice haciendo referencia a lo que sostenía.

—Ya voy, ya voy, no hace falta llegar a la tortura.

—¿En que momento te volviste fan del sarcasmo?—dice frente a mí, estaba muy cerca y yo muy tensa.

—¿Y tu cuando te volviste tan idiota?—digo rodando los ojos tratando de esquivarlo.

Casi inmediatamente reacciona tomando bruscamente mi rostro, apretaba muy fuertemente mis mejillas provocando que mis labios quedaran indefensos, su mano provocaba una extraña sensación de calidez.

—¿Tienes miedo?—Dice sonriente—Te repito que no te haré nada malo—dice y con eso carcajea en voz baja y besa mi frente.

Ese inocente beso despertó tantas sensaciones en mí, cosas que estaban dormidas, hacía mucho que no las sentía, o simplemente eran desconocidas hacia mí.

—Vamos a desayunar ¿Sí?—Dice y solo asiento y bajamos.

La mesa estaba preparada, suculentos wafles se encontraban en un plato, frente un vaso de leche y un tazón que contenía fruta fresca. Todo se ve tan bien.

—¿No vas a desayunar?—digo al ver que la mesa estaba hecha solo para uno.

—Ya lo hice antes.

No le doy mucha importancia a si de verdad comió algo y solo me siento a devorar con deseo lo que tenía en frente, era todo muy común pero se veía tan bien...

—¡Esto es un asco!— digo al probar, apenas pude comer ese primer pedazo.

—Gracias—Dice sorprendido como si se esperara algo peor.

—Ay que ver... Está tan hermoso por fuera como podrido por dentro.

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora