CAPÍTULO CINCO

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JACKSON

Es curioso cómo toda tu vida puede dar un giro con una sola decisión.

Me pasé todo el sábado revisando lo que se sintió como cientos de chicos en un radio de 16 kilómetros de mí. JinYoung tenía razón: algunos tenían sus caras en sus perfiles, pero muchos no. Era divertido mirar, pero al principio no me atrevía a enviar mensajes a nadie.

Sin embargo, eso no impidió que otros chicos me enviaran mensajes, lo cual fue... una experiencia.

Tres tipos diferentes me enviaron fotos de pollas no solicitadas. Una era borrosa y otra estaba tan mal iluminada que apenas se podía distinguir la polla de las sombras. La tercera era... bueno, después de superar el shock de que alguien me presentara su pene, sin pedirlo, no estaba... desinteresado en su aspecto. Digámoslo así.

Otros dos tipos me preguntaron si quería conseguir metanfetamina. Otros cuatro tenían más de cincuenta años, lo cual —miren, no voy a mentir. Había algo extrañamente cautivador en Rick Steves. Pero eso tenía menos que ver con que fuera mayor, y más con el factor de aptitud, estaba bastante seguro. Nunca había estado en Europa, y la idea de que me llevara alguien que conociera todos los idiomas y los mejores lugares para comer era innegablemente sexy.

De todos modos, buscaba un encuentro durante las vacaciones de invierno, no una invitación para ver la Mona Lisa. Y probablemente sería más fácil ceñirme a mi propio grupo demográfico, para empezar.

Muchos chicos me preguntaron si estaba libre esa noche. Uno incluso se ofreció a recogerme, y otro dijo que enviaría un Uber a mi casa. Pero el hecho de enfrentarme a la posibilidad de cumplir mis planes me hizo entrar en pánico y no respondí.

Me levanté super temprano el domingo por la mañana. Mis padres se levantaban habitualmente sobre las cinco de la mañana y, siempre que estaba en casa, era incapaz de dormir por el olor a café que se preparaba. Había recibido aún más mensajes durante la noche y, fortalecido por la cafeína y el inicio de un nuevo día, decidí que estaba siendo patético.

Si estaba demasiado asustado para hablar con alguien, ¿qué sentido tenía hacer un perfil? En enero volvería a la escuela igual de inexperto, habiendo desperdiciado mi mejor oportunidad de resolver esto definitivamente.

Mis padres se afanaban en nuestra enorme cocina abierta, mi padre mezclando batidos frescos para todos nosotros y mi madre cortando pollo para los desayunos de Monroe y Woody. Mis padres lo daban todo al ciento por ciento. Nada de batidos prefabricados ni comida enlatada para perros. Si iban a hacer algo, lo hacían a conciencia.

No me cabía duda de que si les decía que creía que podía ser gay, cuando se les pasara el shock, se les ocurriría un plan de cinco páginas y una presentación de diapositivas sobre cómo debía avanzar en mis investigaciones. Probablemente desarrollarían una aplicación para ayudarme a calificar cada flirteo y perfeccionar mi técnica. Exigirían informes de progreso semanales.

Nunca harían un perfil en un sitio de citas y luego simplemente no lo usarían.

Sonriendo con gratitud a mi padre cuando me dio un batido de yogurt, piña, leche de coco, limón y espinacas, di un largo sorbo y volví a abrir GayBae. Iba a buscar a alguien y a enviarle un mensaje.

Y fue entonces cuando vi el perfil de Frosty.

Fueron los labios los que me atrajeron primero. El de arriba curvado y delicado, el de abajo perfectamente regordete y atrapado bajo sus dientes. Maldita sea. Quería besarlos. A él. Quienquiera que fuera este tipo.

XOXO | jinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora