Capítulo Cuatro

16 0 0
                                    

Es un placer verlo bailar, sus movimientos son sensuales y a pesar de que parece que su mente está en otra parte, puede fingir simpatía por sus admiradoras.

No se percata de mi presencia hasta que el show termina, y no duda en venir a mi encuentro.

- No esperaba encontrarte aquí - me dice sin preámbulos.
- Así soy yo, impredecible - sonrió, y sus ojos vuelven a abrirse, asombrado - me gustó tu show.
- Gracias - respondes mientras te sientas frente a mí - ¿Qué haces aquí?
- Vine a verte, creo que anoche lo pasamos muy bien, y pensé en repetirla  - tu rostro serio es aún más atractivo.
- No te conozco - respondes - no acostumbro a verme con desconocidos, sobretodo con hombres - no puedo evitar sonreír.
- Soy Jae - te extiendo mi mano y tu la estrechas con desconfianza.
- Estás frío - te estremeces.
- Soy de temperatura baja - bromeo - tal vez podrías calentarlas - te sonrojas, ese exquisito color que me recuerda a tu sangre y se me hace agua la boca - no tengo toda la noche.
- Lo lamento, no me interesa - se levanta y lo tomo rápidamente presionando mis labios contra su boca, y a pesar de que me rechaza al principio, cuando mi lengua se abre paso, me tomas del cabello y comienzas a saborearme.
- Si cambias de opinión, estaré afuera, no tardes mucho, la noche está helada.

Me levanto sabiendo que pronto te tendré montado en mi auto.  A veces me divierte ver como los humanos creen que pueden tener el control de las situaciones, tal vez en otras cosas podría funcionar, pero con vampiros, lamento informarles que eso nunca pasará.

Entras en el auto, sigues sin poder mirarme, estás avergonzado de tu propia debilidad.

- Ven - lo acero a mi y lo beso, un beso tierno, casto, que tú te encargas de intensificar.  Te subes sobre mí, moviendo tus caderas en busca de placer - eres exquisito - susurró en tu oído, y gimes en respuesta.

Supongo que iniciaremos nuestro encuentro en el auto.  El tener los vidrios polarizado ayuda a ocultarnos del exterior, no es que no me guste que me vean mientras tengo sexo, al contrario, disfruto aún más, pero imagino que tú no.  Te quito la camisa y mis manos te causan escalofríos, pronto toman calor con el roce de tu piel.  Abro tu pantalón y comienzo a masturbarte, tus labios no se separan de mi boca silenciado tus gemidos.  Beso tu cuello, y hundo mis dientes en él, tus gemidos crecen y aferras mi cabeza contra ti, con la clara intención de que no rompa es vínculo.

Te corres escandalosamente en mi mano, avergonzado tratas de limpiar el desastre, pero te paralizas cuando me ves saboreando mis dedos.

- Tienes un sabor delicioso - vuelves a sonrojarte  - vamos a tu departamento, la noche apenas comienza.

Asientes algo confundido, este hombre me divierte mucho.  Llegamos en un par de minutos.  El ascensor se abre frente a nosotros y apenas ingresamos, te arrincono contra una esquina, besándote y encendiendote otra vez.

Ya en tu cama, tu rostro está encendido, y tú cuerpo extremamente caliente, yo mismo estoy afectado y el pentrarte se vuelve algo urgente.  No te hago esperar mucho y tomo tus caderas para facilitar mi ingreso, lo hago lento, me tomo mi tiempo, quiero sentirte.  Arqueas la espalda cuando finalmente estoy dentro de ti.

- Duele - me dices.
- Tranquilo, relájate - me acerco a uno de tus pezos y te muerdo lamiendo la sangre cuando brota de él.

Tu cuerpo se relaja al instante y se abre a mí.  Comienzo a moverme, y nuestros gemidos inhundan la habitación.

- ¿Te gusta? - su cuerpo se estremece.
- Si - responde con fuertes gemidos.

Salgo de ti y te volteo, para llegar más profundo.  Acelero las embestidas, al tiempo que atrapo tu cuello y te muerdo.  Eso fue suficiente para que expulsaras tu semen al tiempo que yo también me dejó ir.

Limpio mis labios antes de recostarme a tu lado, a pesar de que solo le doy unas pequeñas probadas a tu sangre, debo reconocer que no había probado algo tan dulce.

Respiras con dificultad mirando el techo, tu cuerpo está sudado y eso le entrega un toque aún más sensual.  Creo que no podré satisfacerme con sola una noche a tu lado.

- ¿Estás bien? - no es que realmente me interese, pero es lo políticamente correcto de preguntar.
- Nunca había sentido esto - y no dudo que eso me infla un poco más el ego - no soy gay, no siento atracción por hombres en particular, pero tú...
- ¿Debería sentirme honrado de que te hayas dejado coger por mi?
- Tal vez para tí, esto sea normal, pero para mí, es muy confuso, aún no le encuentró  explicación.  No es fácil despertar un día y descubrir que te acostaste con un hombre, y peor aún, que lo disfrutaste.
- ¿Qué tal si lo disfrutamos una vez más? - su rostro se vuelve a sonrojar.
- Creo que aunque quisiera, no podría.  Gracias a ti, me he masturbado más veces en un día, de las que haría en una semana.
- Bien - te respondo acariciando tu cabeza - duerme entonces, y para la próxima, preferiría que ese deseo lo  descargues conmigo.
- No prometo nada - dice bostezando - ¿Me darías tu número telefónico?
- Supuse que querrías algo casual - sonrió.
- No es eso, solo quiero saber cuando volverás a venir, para estar preparado.
- Dame tu número, te llamaré - anota su número en mi celular y luego se acomoda para dormir, parece realmente exhausto - descansa, nos veremos Yun.
- Hasta pronto Jae.

Y algo se estremece dentro de mí cuando escucho mi nombre saliendo de sus labios, este hombre ha comenzado gustarme un poco más.

Besos Con Sabor A Sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora