- Bájele a la música por favor.- comentaba el peligris en el asiento del copiloto, masajeando su frente con el dedo pulgar e índice, mientras entrecerraba los ojos.
- Pero Volkov, ha estado toda la mañana así, ¿seguro que no quiere pasar por la farmacia?
Contestó el rubio de acento muy marcado, quien estaba haciendo pruebas de manejo, pues la moto no se le daba muy bien que digamos, y a pesar de haber formado parte del cuerpo durante ya varios años, a estas estancias apenas iba en el rango de subinspector.
- No se preocupe, solo siga manejando.
El ruso se limitó a suspirar con los ojos entrecerrados, tenía una migraña terrible, pues la noche anterior había sufrido un arrebato de rabia al enterarse de que Gustabo volvería a la ciudad para formar parte del FIB, junto a Horacio y el, había bebido toda la noche. La simple idea de tener que convivir con quien una vez quiso arrebatarle la vida, no solo a el sino a toda una organización de la ley, le apretaba la tripa.
Y todo esto solo porque es su puto hijo. Pensó, tratando de decifrar cuáles eran las intenciones de Conway al volverlo a integrar al equipo.
Sin darse cuenta, ya habían llegado a comisaría. Para Leónidas ahora tocaba la parte difícil: estacionarse.
- ¡Ostia! - Soltó el rubio estampando la cabecera del zeta en la cabina de recibimiento en la entrada del estacionamiento. Volkov suspiró con pesadez, sin ganas de recriminarlo salió del coche y le dió la vuelta caminando.
- Solo déjelo en el garage, cojones. Mañana lo lleva al mecánico.
- Si, intendente.
Leónidas, maravillado por esa oportunidad, retrocedió y accedió al estacionamiento, mientras que el ruso entraba a comisaría.
Varios agentes, entre ellos el Inspector en jefe Nikolai y el comisario Yuu, saludaban con un cabeceo suave al recién llegado, a lo que este respondía de igual manera.- Ojo que viene el ruski - comentaba el subinspector Raúl a sus compañeros con su característico acento argentino, los alumnos se enderezaron de inmediato de sus sillas afiliadas al pasillo, mientras que los demás oficiales solo asentían en forma de saludo.
- Volkov.- Saludó el rubio al verlo más cerca.
- Rubier.- Respondió el ruso con un leve cabeceo, para luego desaparecer en las puertas de su despacho. Al fijar la silla con su mirada, se lanzó a ella desparramando sus voluminosos brazos en los costados de esta, midiendo 2 metros y pico, era un poco difícil mantenerse cómodo en una silla que no estaba diseñada para su estatura. Necesito vacaciones. Repitió en su cabeza mientras se sacaba los guantes negros y pasaba ambas manos por su pálido rostro.
- ¡Eh, no me avisaste que llegabas tan temprano! - Interrumpió sus pensamientos el barbudo, quien empujaba la puerta con el hombro, ya que tenía una carabina en las manos. - ¿Cómo te fué con Leónidas?
Volkov lo pensó. Lo pensó una vez más. Lo siguió pensando. Spoiler: nunca respondió.
- Oye. - Greco se acercó y le sopló el oído, para luego alejarse rápido riendo, evitando el manotazo del ruso.
- ¡Joder!, ¿Tu eres tonto?
- Que te estoy hablando y no contestas.
- Me duele la cabeza.
El barbudo le dedicó una sonrisa y tocó su hombro.- ¿Otra vez noche de vodka?
- Efectivamente.- Contestó en un murmuro el peligris con la mirada en el suelo, lentamente su compañero soltó su hombro y sacó de su bolsillo una tableta de aspirinas, se la dejó en la mesa y le dió un golpecito a la misma con los nudillos para que el ruso levante la mirada.
- No te quedes hasta tarde, te cubro el turno por hoy y la próxima me invitas un cubata.
Dejó al ruso con su resaca prominente y se acercó a la puerta para recibir el grito de un alumno en la entrada.
- ¡Intendente Greco, ya sacamos el zeta!
- ¿Tenéis vuestras reglamentarias?
No se pudo escuchar la respuesta del alumno ya que Greco cerró la puerta del despacho dejando al ruso con la mirada fija en las pastillas.
Finalmente tomó la tableta y sacó un par, tragándoselas sin agua.𓆉︎.
Habían pasado ya un par de horas en las cuales nuestro intendente ruso se dedicó a matar el tiempo patrullando por las caóticas calles de Los Santos, aún le faltaban concretar un par de horas más de su turno, pero la medicina le había dado un sueño tremendo, así que tomó en cuenta la ayuda de su compañero de puesto y se dirigió al garage para guardar a Putin, su zeta.
- ¿De verdad está aquí? - Escuchó salir de la boca de Jhonson, quien estaba hablando con su compañera, ambas oficiales corrieron emocionadas a la puerta de comisaría, no le tomó mucha importancia y se acomodó las pistoleras con ambas manos. Segundos después estaba dentro de comisaría, caminando mientras se podían escuchar murmullos entre los múltiples agentes. Ya un poco molesto, posó una mano en la porra que llevaba en el cinturón dando a entender a los agentes que tenían que bajarle el tono al chisme.
- Volkov, ven a mi despacho.- Gritó casi, el barbudo desde la puerta del dicho lugar.
Volkov asintió, mientras tomaba el pomo de la puerta pudo escuchar una risa al final del pasillo, apretó el pomo y lanzó una mirada fulminante a quien había reído, para encontrarse con nada más y nada menos que con su ex-némesis en persona.
- Hombre, niño asustado, cuanto tiempo. Luego nos comemos el morro, ahora te esperan ahí dentro. - Bromeó el rubio de piercings en las orejas y en la ceja vestido con uniforme policial, quien salió con unos cuantos agentes a conversar.
Estupefacto, Volkov abrió de golpe la puerta en busca de respuestas a lo acontecido y lo que vió lo dejó aún más sorprendido. Podría reconocer esa cresta en cualquier parte.
- Volkov, ¿qué tal todo?
El peliblanco de cresta se sacó el pasamontañas, que solo daba hueco a su cabello y sus ojos, los cuales resaltaban por su heterocromía, uno era café y el otro verde musgo. Los ojos azulados del ruso se encontraron con ese par una vez más, después de años de no verse en persona.
- Venga Volkov, que Horacio tiene algunas órdenes que comentarnos.- comentó satisfecho del reencuentro el barbudo, como le gustaba el mambo a ese señor.
Tanto como a la persona que está leyendo esto, si, tú, guarrx. Vete preparando porque se viene mucho chisme.
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[ ⚢︎ ]🦋𝑬𝒓𝒆𝒔 𝒖́𝒏𝒊𝒄𝒐. [pausada🥶]
Fanfic𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑢𝑒́𝑠 𝑑𝑒 𝑡𝑎𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑎𝑛̃𝑜𝑠, 𝑉𝑜𝑙𝑘𝑜𝑣 𝑒𝑚𝑝𝑖𝑒𝑧𝑎 𝑎 𝑑𝑎𝑟𝑠𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝐻𝑜𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜 𝑒𝑠 𝑢́𝑛𝑖𝑐𝑜, 𝑦 𝑚𝑒𝑟𝑒𝑐𝑒 𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑎 𝑡𝑎𝑙𝑎𝑑𝑟𝑎𝑟 𝑙𝑎 𝑑𝑢𝑟𝑎 𝑐𝑜𝑟𝑎𝑧𝑎 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑐𝑜𝑟�...