Will narra su historia III

187 17 1
                                    

A partir de ese día nunca volvimos al aula, siempre tocábamos en mi habitación. Siempre acabábamos besándonos, sin comentar nunca nada sobre ello, como si fuera un secreto o un tabú.
–Últimamente vas mucho con esa chica que canta ¿No?– comentó un día Tom.
–¿Quién dices?– pregunté como si no supiera a quien se refería.
–Venga Will, no disimules, sabes perfectamente de quien hablo.
–¿Elisabeth?
–No se, supongo, no se su nombre. La rubita esa de canto.
–Ah, bueno, es buena tía y sabe de música, a veces quedamos para juntar su voz con el piano y tal– comenté como si sólo fuera una conocida.
–Will, no le quites importancia. Te gusta. ¿Verdad?
–Sí– reconocí finalmente de mala gana.
–Vigila lo que haces con ella.
–¿Qué quieres decir?– pregunté intrigado.
–Me parece genial que te diviertas, pero que no te despiste esa chica.
–¿No puedo relacionarme ahora por tocar el piano?– me quejé algo molesto.
–No es eso... Simplemente eres un genio del piano, eres mi héroe, mi ejemplo a seguir– dijo Tom tímidamente-. Prefiero a un Will que es un genio loco que a un gilipollas enamorado.
No pude evitar sonreír. Es muy raro que Tom muestre su lado emocional y esa vez lo hizo. Me gustó.
–Tom, jamás voy a dejar de ser yo, no temas por ello.
–Es cierto, eres un desastre incorregible– dijo volviendo a ser el de siempre.
En ese momento Tom tuvo que marchar a clase y yo a por Elisabeth.

Melodías muertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora