Capítulo 4

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• Reencuentro •

La pequeña Nath tocó felizmente la puerta de su prima, quien le abrió despeinada y somnolienta.

—Lo siento, tal vez vine muy temprano.— Se apresura en disculparse la menor.

—Sólo pasa.— Dijo la castaña con voz cansada —¿Quieres decirme por qué te hacen salir tan temprano?, sólo tienes 12 años.— Pregunta mientras se recoge el cabello, la rubia la sigue con la mirada.

—Están probando que tan responsable soy.

—Yo a tu edad sólo podía ni salir al patio de la casa.— Nath rió al escuchar aquello.

—Hablas cómo una anciana.

—Cállate y no mires.— Habla demandante, por lo que la pequeña cierra los ojos.

—¿Es por eso que no sales mucho ahora?.

—¿Tú cómo sabes si salgo o no?.— A esto su prima sólo contesta con un simple levantamiento de hombros —De todos modos, hay mejores cosas que hacer. Ya puedes mirar.—


La rubia abrió los ojos, notando que ya estaba cambiada. Señaló el cabello ahora blanco de su mayor.

—Creí que no te la pondrías.— Ene ignora el comentario y se coloca una sudadera. Se dirige hacia la puerta, siendo seguida por la pequeña —De todos modos, salir un poco te haría bien.— Insiste medio burlona.


—Puede que tengas razón.

Abre la puerta dejando salir primero a su prima, para luego cerrar la puerta tras ella, dejando la casa sola.

[...]

Eme despierta por el sonido de su alarma, se sienta en la cama frotando sus ojos. Al terminar mira el reloj pero nuevamente no puede distinguir nada. Lo agarra y comienza a observarlo, acercándo y alejándo el aparato, luego lo voltea verificando que tenga batería y definitivamente las tenía. Al dejarlo en su lugar se sienta esta vez en el borde de su cama, confundido.

Luego de un rato dirige su vista a la silla del escritorio donde se encontraba su mochila. Se acerca y la abre sacando un cuaderno donde se hallaba el papel con el número de Ene, pero tampoco logró distinguirlo. Esto sólo lo hizo confundirse más, por lo que comienza a revisar el cuaderno en busca de más anotaciones, pero este estaba vacío ya que no anotaba muchas cosas de las clases.

Vuelve a mirar el papel con el número mientras se sienta en la silla para pensar, pero luego de un rato niega y se dirige a su armario por ropa cómoda.

[...]

—Y esa es la razón por la que creo que los huevos de gallina son su popo.— Termina de relatar la peliblanca, su prima la mira confundida.

—Pero de los huevos de gallina salen los pollitos...

—No siempre, cuando una gallina y un gallo se juntan crean un pollito, pero cuando no lo hacen, la gallina aún así pone huevos, por eso digo.

Ambas quedan en un largo silencio mientras caminan, la pequeña con un nuevo trauma y la mayor con el rostro neutral.

—Sé que puedes ser muy inteligente, pero a veces pienso que tienes problemas.— Dice la menor aún perdida en sus pensamientos tratando de procesar la información.

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