🧡 ¡El show de Honey!

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—¿Ustedes se conocen? —pregunta el chico mirándonos con cara de gruñón

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—¿Ustedes se conocen? —pregunta el chico mirándonos con cara de gruñón.

—Ah, bueno... —Rooney hace una mueca.

Me apresuro a ayudarla con el costal de semillas que cayó sobre sus piernas ¿Por qué siempre le pasan cosas cuando me encuentro cerca?

Amal me ayuda y la rubia por fin puede sacar sus piernas del aprieto en el que estaban. El chico se preocupa más por el costal, pelea con este para arrastrarlo hasta el estante de enfrente y que así pueda recargarse en algo sólido. Por otra parte, yo sostengo a Rooney para que pueda estirar sus piernas nuevamente.

—Empiezo a creer que me das mala suerte —dice mientras sujeta mi cintura, doblando y estirando sus rodillas, cambiado de pie varias veces—. Siempre me encuentras en mis peores momentos.

Creí que lo decía en serio, hasta que giró su rostro hacia mí y me mostró esa sonrisa bromista que no había conocido.

—O tal vez eres más torpe de lo que crees —bromeo también.

—Sin duda —sonríe.

—No sé qué les parece divertido —alega el chico. Ahora es que noto esa etiqueta que dice "gerente" en su pecho—, limpia este chiquero de inmediato, Zeller.

—Oye, se lastimó —intento hacerlo razonar—, y ni siquiera fue tanto.

—¿Ah, no? —señala al suelo que está a mis espaldas.

—Vaya.

Un gran costal de croquetas para perro y otro de maíz seco estaban en el suelo. Se veía mal, pero podría estar peor, todavía se podían separar los productos sin necesidad de tirarlos.

—Quise sujetarme de algo antes de caer.

—Por suerte no te cayeron en la cabeza —razone. Eso sí pudo ser trágico.

—No me importan tus excusas. Deja de abrazar a ese sujeto y ponte a trabajar —le exige señalándola con su largo dedo índice—. Y usted caballero, acompáñeme a la salida.

Miro a Rooney, al menos ya puede mantenerse de pie, ella me da una sonrisa apenada y me suelta para dejarme ir.

—¿Puedes sostenerte?

Asiente.

No creo justo que ella tenga que limpiar esto sola después del golpe que debió recibir al caer con ese costal sobre sus piernas.

Veo al chico que me espera con las manos sobre sus caderas, este tiene cara de que siempre está de malas.

—Solo vine porque tengo seis cachorros que necesitan un hogar.

—¡Oww! ¿Son hijos de tu perro? —pregunta la rubia con cierto toque tierno.

Le afirmo la respuesta con un movimiento de cabeza.

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