El sol atraviesa las persianas de mi habitación. Abro un ojo y vuelvo a cerrarlo de inmediato, saboreo la amargura del día al tragar saliva. Le doy la espalda a la ventana e intento volver a dormir cubriendo mi rostro con la almohada. Es estúpido. No lo consigo.
Escucho a Max rascar la puerta de madera.
—Mierda —murmuro apartando las cobijas—. Casi lo olvido.
Me pongo de pie con un ojo todavía cerrado. Busco sin mirar mis pantuflas de Homero Simpson sin éxito, me veo en la necesidad de mirar hacia abajo con ambos ojos, me doy cuenta que llevo puestas dos calcetas largas impares ¿Qué más da?
Encuentro lo que necesito. Tomo una sudadera del canasto de la ropa sucia, veo la mancha de queso amarillo en ella, lo que me recuerda que debo ir a la lavandería, ese queso es de los nachos que comí hace dos noches cuando fui a ver a Rooney cantar en el bar.
Eran buenos nachos.
Al abrir la puerta, la bola de pelo me recibe con varios jadeos y unas cuantas lamidas en mi pierna.
—Basta —le pido.
Salgo al pasillo directo a la cocina. Voy al fregadero y tomo agua del grifo. Max ladra hacia la puerta.
—Ya voy —intento tronar mi cuello, no puedo—. Que fastidioso.
A veces creo que este perro es más listo que muchas personas que conozco. Saco su correa del cajón de la encimera, en seguida el perro comienza a dar saltos y jadear con entusiasmo.
—Sí, sí, espera un segundo.
Batallo para lograr ponerle la correa. Es una bestia gigante que me gana en peso y hasta es posible que en tamaño si se para en dos patas.
—Bien —reviso mi teléfono. Ya tengo un mensaje de Samu, impaciente porque salga Max—, vamos.
El perro es quien tira de mí, no sé cómo Samu puede con él, podría tirar de un tren sin el menor esfuerzo. Como dije, una bestia.
Antes de abrir la puerta, reparó en una carta sobre el suelo, Max la olisquea, gruñe por lo bajo y después me mira.
—¿Qué es esto?
La recojo, de inmediato leo el nombre de mi padre en el remitente.
—¿Tú qué crees? —intercambio mirada con el perro. Él ladea la cabeza—. No se habrá muerto, ¿o sí?
Decido ponerla sobre la encimera para leerla al regresar. Lo que menos quiero hoy son noticias de mi padre.
Bajamos las escaleras, Max tiene los ánimos de ambos.
—Ya es tarde —suelta Samu con malhumor.
—Buen día —le entrego la correa.
—No vuelvas a pedirme que llegue a esta hora si no vas a estar a tiempo, me gustaría dormir un poco más, ¿sabes?
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LIVE IN THE NOW ✔
Storie brevi¿Ahora cómo vivo sin ti? Es una pregunta que me hago frecuentemente. Vivir ahora se ha vuelto complicado, vacío. ¿Cómo esperas que vuelva a casa si tú no estás ahí? ¿Cómo vivo por los dos? Te fuiste sin dejarme las respuestas. Tuvimos un principio...