Capítulo 2

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CRIS

Estoy en clase y, sin darme cuenta, se me empiezan a cerrar los ojos. Sin quererlo doy cabezadas contra el pupitre; esta mañana me he levantado a las cinco de la mañana para repasar el examen de lengua, por lo que sí; estoy agotada.

Es la última hora, filosofía, de un lunes de noviembre. Falta todavía media hora de clase, pero se me hace eterna... El resto de mis compañeros se encuentran en distintas mesas a las que les corresponden, situados al lado de sus amigos. Prácticamente el ambiente de clase a esta hora es horrible. Todo el mundo está hablando y ni permiten escuchar ni ser escuchados; el ruido domina en la clase.

Debido a la prominente charla entre grupos, me quedo aislada. Además, el cansancio que tengo encima tampoco me ayuda mucho, por lo que, sin quererlo, empiezo a soñar despierta; cosa que tampoco puedo evitar al estar situada cerca de la ventana. Miro a través de ésta y observo la calle desolada.

Ahora mismo no hay nadie, sólamente están los mismos coches de siempre, aparcados en frente de la entrada principal del instituto. Pff, vaya aburrimiento. Nunca pasa nada interesante aquí. Alzo mi vista hacia uno de los árboles que rodean al colegio. En otoño precisamente no es que estén muy bonitos, mas los recuerdo durante el verano frondosos, enormes y con las hojas brillantes.

Incoscientemente empiezo a dejar mi imaginación apoderarse de mis pensamientos. La rama más cercana se extiende hasta prácticamente rozarme y me hace un gesto para que suba en ella. Curiosa, acepto y ésta me lleva hasta el tronco. Una vez allí, comienzo a escalar con torpeza el árbol hasta llegar a la copa, donde puedo ver con claridad la ciudad. El aire sopla con suavidad y mi coleta y mis gafas desaparecen de repente. Mi pelo castaño y ondulado está libres y juguetea con el aire y mis ojos verdes parecen ver bien por sí sólos, sin necesidad de lentes.

De repente suena el timbre bruscamente, cosa que no me espero y que me hace pegar un brinco. El resto de la clase se empieza a reír ante mi reacción, y mi yo interior se hace un ovillo en una esquina. Mierda, me he quedado pensativa, y lo ha visto todo el mundo.

Genial, una cosa más que añadir a la lista de recuerdos embarazosos. Me siento ridícula y mis ganas de irme a casa lo más rápido posible aumentan.

Odio este instituto y esta gente, a veces realmente desearía estudiar en otro lugar, porque total; aquí tampoco tengo amigos. Aunque, bueno, tanto en este instituto como en el resto supongo que pasará lo mismo; hay varios grupos cerrados: de tías sólo, de tíos, mixtos, luego están el grupo de los que pasan de los demás, también están los pardillos, y finalmente la gente solitaria, que no encaja con nadie, como yo.

Tristemente la sociedad juzga tanto por tus apariencias y timidez que se ciegan ante tu primera impresión, no dejan expresarte y conocerte mejor. Simplemente para ellos cualquier persona con gustos y comportamientos diferentes al resto es un ser extraño. La personalidad no existe, todos se vuelven copias, y no hay variedad.

Mientras sigo muerta de vergüenza, empiezo a recoger mis cosas rápidamente con la mirada bajada. Algún día debería mostrar todo lo que pienso, porque sé que podría callar sus bocas, pero, sin embargo, me da miedo.

Inmersa en mis pensamientos, me dirijo a mi taquilla y cojo los libros necesarios para realizar las tareas mandadas para el siguiente día. A ver, mañana hay lengua, matemáticas y física - pienso para mis adentros. Tras repasarlo mentalmente, introduzco los libros y cuadernos respectivos en mi mochila coral, la cual está tan cargada que me sorprende que tras el tiempo que llevo usándola siga intacta. Al terminar, saco del bolsillo pequeño mis cascos y mi móvil. No quiero seguir en ese sitio, así que bajo las escaleras con cuidado, pues con lo torpe que soy, tengo posibilidades de caerme y dejarme más en evidencia. Bien, he llegado a la planta baja sana y salva.

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