ᴀᴍᴏʀ ᴅᴇ ᴍᴇᴅɪᴀɴᴏᴄʜᴇ┃ʀᴏʙʙɪᴇ ᴋᴀʏ

01

Tengo un sueño recurrente, soy una niña, sentada con mi mamá y ella canta para mí.

Siento la calidez del sol sobre mi piel y la seguridad de sus brazos rodeándome. Quiero quedarme ahí, para siempre.

Y al despertar, extraño el sueño...

Desearía que el sueño fuera real pero es imposible porque, mi madre murió cuando yo era muy pequeña y no puedo salir al sol, para nada.

Tengo una enfermedad genética rara llamada Xerodermia Pigmentosa o mejor conocida como XP, que a grandes rasgos de sensibilidad severa a la luz solar.

Si el sol tocara mi piel, me daría cáncer de piel, mi cerebro fallaría y podría morir, divertido ¿no?

Así que, paso todo el tiempo en casa, con ventanas especiales, con mi papá, que es el mejor papá del mundo, por fortuna porque, en mi infancia  los niños eran... como siempre son.

*Flashback*

─No es cierto ─ habló una niña rubia de unos seis años aproximadamente observando la ventana de la habitación de la pequeña Dorothea.

─Si, un vampiro ─contestó otra pequeña─ y por eso tiene ventanas especiales. Descuida, no puede atacarnos de día, pero en la noche no te acerques ni por error...

Ambas rieron yéndose del lugar.

⋯

Pero no todos me tenían miedo.

⋯

─Ah hola Adella ─saludó Norman a la pequeña niña que tocó la puerta de su hogar.

─¿Que le pasa a Dorothea?

El hombre la miró con una pizca de ternura y tristeza.

─Tiene algo llamado XP ─suspiró─ lo que significa que la luz del sol le hace daño, así que no puede salir.

─Yo tampoco puedo estar mucho tiempo en el sol ─interrumpió sonriente─ ¿puede jugar en la noche?

─Si, pero...

─ Hasta la noche ─volvió a interrumpir de la misma manera─ oh y adoro la lasaña ─ dijo para después irse dando saltitos.

Norman la miró enternecido, dio un suspiro y entró a su casa.

*Fin del flashback*

A partir de entonces somo mi papá, Adella y yo; hasta que un día vi a Robbie desde mi ventana, en su patineta y con eso bastó, quedé completa, total y absolutamente flechada.

Aunque lo veía diario a través de mi ventana, él no tenía la más mínima idea de mi existencia.

Con el tiempo ver pasar a Robbie se convirtió en parte de mi rutina, junto con citas médicas constantes, pintar, escribir canciones, dormir durante el día y vivir de noche, lo cual, según se, es normal en los adolescentes de mi edad.

Dentro de lo que cabe, mi vida me parece genial, pero sigo aferrándome a mis sueños, pese a los imposibles que puedan ser.