12. Custodia

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Una de las peores sensaciones que existen, es la incertidumbre

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Una de las peores sensaciones que existen, es la incertidumbre. Horas de silencio ambiental únicamente interrumpido por el tecleo ocasional de la secretaria cuyo escritorio da directamente frente a la banca que ocupa Gulf, en espera de un resultado, sentado fuera de la oficina del licenciado Choi. La pequeña a su lado juega con sus piernas, columpiando sus pies bajo las botas color marrón, adelante y atrás, mirando ocasionalmente al suelo.

Gulf ha pasado ya por todas las etapas de la incertidumbre, desde el positivismo hasta el completo terror a medida que el reloj avanzaba, tick, tack, sobre la pared central del Juzgado. Las puntas de sus mocasines parecen ser demasiado interesantes, pues lleva minutos enteros mirando ese punto muerto con un pensamiento constante en mente, que ya fue acallado hace mucho, pero no deja de molestar.

María se sopla el flequillo recto de la frente, sus mejillas infladas y su paciencia al borde del límite, porque para una niña de cuatro años, pasar dos horas sentada en una banca, dentro de un juzgado, es todo menos divertido.

—Señor Kanawut. —la pequeña lo llama, sus ojos cansados mirando al alto hombre a su lado, tanto, que debe alzar su cabecita para verlo—. ¿Usted tiene sueño?

Gulf niega con la cabeza, sabiendo perfectamente por dónde van las intenciones de su ex alumna.

—Nop. ¿Tú sí?

María se talla los ojos con una mano hecha puño, sus labios en un puchero adormilado cuando se hace la fuerte y niega con la cabeza.

—No.

—Mmm... —el pelinegro se desliza, se acerca de lado, sobre la banca y rodea por un costado a la menor—. ¿Quieres dormir un rato? Prometo despertarte cuando tu papá salga.

María asiente, recargando su cabecita en el muslo de Gulf, quien le aparta con cuidado el cabello de la frente.

—¿Falta mucho para irnos?

—No princesa, ya casi...

El pecho de Gulf duele como si con dos manos, lo estuviesen estrujando hasta hacerlo pedazos dentro de su cuerpo. El veredicto final caerá esa tarde, después de que agentes de servicios infantiles revisaran cada recibo, cada movimiento, empleo, despido, todo lo que Mew había o no hecho con María, con su salud, su educación, quien la cuidaba por las tardes y en qué condiciones vivía. Por supuesto no pasaron por alto la hipoteca recién pagada con lo que le dieron por su auto, indagando en cada rincón por qué había permitido que el patrimonio de Aim (ya que el departamento estaba a su nombre) estuviese hipotecado.

Semanas de exámenes, de revisiones y visitas, incluso María fue sometida a una entrevista que más parecía un interrogatorio sobre cómo vivía, que hacía, quien cuidaba de ella y Mew no tenía permitido entrar, por lo que Choi se convirtió en su abogado por una tarde. La pequeña fue muy fuerte a pesar de todas esas preguntas, aunque el aroma de crema para manos de la señora que escribía cada palabra que decía le mareara y le diera dolor de estómago. Le preguntaron si ella quería vivir con su mamá, pero María solamente supo responder, que no quería que la alejaran de su padre.

Un novio para papá ♡ MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora