Tulipanes.

3.8K 318 103
                                    

Era chistoso como la vida podía cambiar tan drásticamente de un momento a otro. Hace unas horas Kageyama estaba celebrando con sus amigos su victoria en las nacionales y ahora  se encontraba muriendo en los brazos del mismísimo Oikawa Tooru, quien no dejaba de suplicarle que se mantuviera despierto.

—¡Tobio, Tobio-chan, mírame por favor!

Kageyama levantó la vista y se esforzó en enfocar su mirada en él. Oikawa lo acunaba en su pecho cerca de su corazón. Era cálido, cómodo. Kageyama estaba seguro que si no fuera por el ruido de la gente gritando a su alrededor sería capaz de escuchar sus latidos.

Seguro es un sonido muy lindo.

Gotas mojaron su rostro, eran las lágrimas de Oikawa. Kageyama se dio cuenta que era la primera vez que lo veía llorar. Que bella vista hacía, aún con la tristeza que adornaba su rostro no dejaba de verse precioso. Que envidia, él siempre tuvo un rostro aterrador.

—Todo va a estar bien, confía en mí. —Su voz, aunque desesperada y llena de temor, era extrañamente dulce.

Ah, está tratando de consolarme, pensó Kageyama enternecido. Ojalá tuviera más recuerdos de Oikawa hablándole de forma tan linda y paciente.

Que triste forma de morir, que hermosa, que poética. Estaba muriendo en los brazos de la persona a quien más admiraba en el mundo justo después de haberlo superado en la cancha. Más importante, estaba muriendo en los brazos de su primer y único amor.

—No... llores.

—¿Cómo no quieres que llore, niño estúpido? —Se quejó Oikawa en ese molesto tono agudo que usaba tanto. —Dios, Tobio, ¿Por qué eres tan tonto?

¿Tonto? Kageyama era muchas cosas, pero él no era ningún tonto por salvar a Oikawa de aquel auto.

—Vas a estar bien, ya lo verás. Te vas a recuperar rápido y después nos encontraremos de nuevo en la cancha, donde te voy a probar lo bueno que soy.

Pero ya sé lo bueno que eres, Oikawa. Nunca me has tenido que probar nada.

Oikawa era una estrella; brillante, hermosa e inalcanzable. Él no se daba cuenta que, aunque fuese derrotado, Kageyama nunca podría llegar a su nivel.

—¿Me estás escuchando?

No, la verdad es que Kageyama se estaba sintiendo demasiado cansado como para prestarle atención. Tenía muchas ganas de dormir.

—Duele...

Oikawa le miró con gran pesar. Se notaba que se estaba esforzando en no romperse. —Yo sé que duele, pero tienes que quedarte conmigo ¿Sí? ¿Puedes hacerlo?

Kageyama asintió una vez. Lo intentaría por él.

—Ese es mi Tobio-chan.

Sus palabras salieron con tal ternura que el débil corazón de Kageyama dio un salto. No lo podía creer, ¿estaba escuchando bien? ¿o era una alucinación? Oikawa acarició su mejilla y Kageyama sostuvo el aliento.

¿Esto es a lo que llaman pequeñas piedades? A pesar de lo trágico de su final, Dios le estaba permitiendo experimentar por primera y última vez la calidez del cariño de Oikawa Tooru.

Hermoso.

—Tooru...

—No hables, Tobio. Quédate tranquilo, ya puedo escuchar la sirena de la ambulancia. Solo un poco más.

Siempre túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora