Calas.

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—¿Seguro que quieres ir? Puedes quedarte si te sigues sintiendo mal. —Le ofreció su abuelo con ternura mientras le servía el desayuno.

Kageyama observó el plato de panqueques frente a él con grandes ojos. Estaba casi babeando.

—Pásame la miel. —Dijo con urgencia. Su abuelo levantó una ceja. —Por favor, —agregó Tobio. No quería hacer enojar a Kazuyo por su falta de modales.

Su abuelo bufó y le pasó la miel. Tobio la derramó sobre su comida como si fuese agua.

—¿De verdad quieres ir? Sabes que no te juzgaría si decidieras quedarte. Ayer parecías muy alterado.

Kageyama se encogió de hombros, no podía responder. Estaba ocupado tratando de meter un panqueque entero a su boca .

—Más despacio, niño. Por Dios, ¿qué hay con ese hambre que tienes? ¿será el crecimiento?

O tal vez es porque tenía años sin probar tu comida, pensó Tobio.

Bebió un poco de jugo y aclaró su garganta. —Solo tengo hambre. Y quiero ir a la escuela, en serio. No te preocupes.

Cuando ocurrió esto años atrás Tobio faltó a la escuela por tres días. Recordaba haberse sentido pésimo y su decepción fue tal que incluso trató de renunciar al voleibol. La única razón por la cual no lo hizo fue porque su abuelo le dio una larga charla y lo empujó a seguir practicando el deporte que amaba.

—Tobio...

—De verdad estoy bien, abuelo. Sé que ayer lloré mucho, pero estaba algo sorprendido, eso es todo. Oikawa puede ser algo... "intenso", pero no es malo. Discutiré de esto con un profesor si eso te hace sentir mejor. —No lo iba hacer, claro, pero quería darle paz mental a su abuelo.

Kazuyo lo miró por un largo momento antes de suspirar. —Bien, bien. No puedes culpar a este pobre viejo por preocuparse tanto, eres mi pequeño después de todo.

Tobio tomó su mano. — Y lo apreció, abuelo. Pero puedo manejarlo solo. —La verdad es que a él no le importaba nada de eso. Para él aquello había pasado hace tanto tiempo que le resultaba insignificante. Aunque comprendía la postura de su abuelo, a sus ojos Tobio se había encontrado devastado y llorado por lo que le hizo su superior, no por reencontrarse con él después de tanto tiempo.

Kazuyo sonrió levemente. —¿En qué momento creciste tanto?

Tobio río. —¿De qué hablas? Soy un niño, ahora dame más panqueques, —su abuelo frunció el ceño, —por favor.

—Niño malcriado. —Se quejó el mayor, pero sirvió su plato de nuevo. —Anda, deprisa. No quiero que llegues tarde a la escuela.

—Sí, señor.

Kageyama terminó rápido de desayunar y se puso en camino. A pesar de los años que pasaron Tobio recordaba su vieja ruta a la perfección. Sintió los nervios crecer dentro de él, ¿cómo sería estar en su vieja escuela de nuevo? ¿ver a sus compañeros? ¿sería capaz de encajar? Apretó con fuerza la correa de su maleta, ¿podría enmendar sus errores? ¿cuidar de sus amistades y reparar su relación con Oikawa antes de que fuese demasiado tarde?

Llegó a la entrada de su escuela y se quedó pasmado cuando la vio. Una oleada de nostalgia lo golpeó y de nuevo sintió ganas de llorar.

—Tobio.

Sus manos temblaron ¿de verdad merecía esta segunda oportunidad?

—¿Tobio?

¿Y si mejor regresaba a su casa? Kazuyo no le regañaría.

Siempre túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora