Heliotropo

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Kageyama se confió. Por un momento creyó que acercarse y volverse amigo de Oikawa Tooru en esta segunda vida sería sencillo. Habían comenzado hablar más y, aunque siempre fingía estar molesto con su compañía, siempre le buscaba con la mirada cada que entraba al gimnasio. Era tierno.

Sin embargo, Kageyama se olvidó que se trataba de Oikawa Tooru. El chico más volátil, dramático y terriblemente encantador que había conocido en su vida. Y así tan rápido como comenzó su tentativa amistad esta se terminó.

El castaño le empezó a evitar, rechazando todos y cada uno de sus avances. Kageyama se sintió perdido con esto ¿qué estaba haciendo mal? Ya no lo presionaba con que le enseñara su movimiento especial y era atento con él (demasiado atento, algunos compañeros ya sospechaban de sus sentimientos). 

¿Será por Iwaizumi?

Pero eso ya lo habían solucionado. Es más, incluso hubo días en que los tres pasaban los descansos juntos muy a pesar de Kindaichi y Kunimi quienes ahora no parecían tener suficiente de su compañía.

No fue hasta una semana después cuando el Coach declaró ante todos que pensaba hacer modificaciones al equipo oficial que comprendió qué estaba ocurriendo. Oikawa estaba celoso nuevo. Sus inseguridades estaban reluciendo al máximo y se notaba en verdad desesperado en captar la atención del entrenador. También era extra atento con sus otros compañeros de equipo (menos Kageyama), como si estuviese tratando de recordarles por qué él era mejor setter y capitán. 

Kageyama sentía pena por él. Oikawa solo era un joven con un sueño en busca de aprobación.

Quería ayudarlo, de verdad. Darle la seguridad que él no estaba allí para arrebatarle nada. Lamentablemente cada vez que trataba de acercarse a él Oikawa huía lo más rápido posible y lo miraba con una combinación de miedo y traición. Como si todo esto hubiese sido un malévolo plan de Tobio.

Lo peor es que de acuerdo con Iwaizumi, Oikawa ya había comenzado el exagerado régimen de entrenamiento que sabía en un futuro le dañaría la rodilla de manera irreparable. Obligándolo a ir a terapias por el resto de su carrera deportiva.

—¡No me quiere escuchar! Le digo que se va a lastimar, pero se niega a ir a descansar. —Se quejó Iwaizumi. El entrenamiento ya había terminado y los demás se habían marchado. Solo quedaban ellos dos y Oikawa, quien estaba en el interior del gimnasio practicando por su cuenta. —Lo vi cojear hoy camino a clases, le insistí que fuera a la enfermería al menos... El idiota solo se tragó un par de pastillas para el dolor y vino aquí.

—Hablaré con él ¿sí?

—No te ofendas, Tobio, pero creo que eres la última persona que quiere ver en este momento. —Iwaizumi sonaba apenado al decir eso. Kageyama asintió, no era ninguna mentira.

—Entiendo, pero déjame intentarlo. Si sale mal te diré.

Iwaizumi parecía inseguro. Pensaba negarse, pero algo en la intensa mirada de Kageyama lo convenció.

—Si intenta hacer algo como la última vez... No dudes darle un golpe a ese idiota, ¿ok?

Kageyama río. Iwaizumi siempre trataba de cuidarlo, que lindo. —Está bien.

Iwaizumi se marchó y Kageyama caminó de regreso al gimnasio. Oikawa no lo escuchó entrar, se notaba concentrado. Estaba en posición para sacar. Tenía una expresión decidida en el rostro, pesadas gotas de sudor caían de su frente. Kageyama le miró con atención y contuvo el aliento por un instante. 

Oikawa lanzó la pelota al aire y corrió. Kageyama conocía ya su forma de jugar, estaba grabada en su mente. Aún así no pudo evitar sentir esa fascinación que lo llenó la primera vez que lo vio jugar.

Siempre túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora