Capítulo 4

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Winter despertó en una cama extraña.

Tenía la cara húmeda y roja por todas las lágrimas que soltó durante la noche. Su ropa se había roto en varias partes como consecuencia de correr por el bosque en sus condiciones, y además tenía un fuerte dolor de cabeza que le daba ganas de llorar. Estaba adolorido por descansar en un lugar extraño, muy distinto a la cómoda habitación que tenía en el castillo.

El castillo.

Winter no quería creerlo, pero estaba consciente de que nunca podría regresar a su hogar después de aquel incendio. Su padre de seguro estaba muerto. Y sus hermanos...oh, sus hermanos. Aún podía oler la sangre cayendo sobre el suelo. Veía sus cuerpos inmóviles, cadáveres en medio de la nieve. Todos los que conocía debían estar muertos o peor, en manos de unos desconocidos. Como estaba él.

El capitán no hizo nada mientras dormía. Winter no estaba seguro de haberlo visto luego de que le ordenara dormir, pero tampoco recordaba verlo irse. Durmió durante toda la noche y una parte de la mañana, el cansancio de toda su huida finalmente cayendo sobre su cuerpo. Solo despertó cuando oyó voces en la cubierta superior, hablando de ese modo tan desordenado que a Winter le parecía inaceptable.

Se dió cuenta después de un rato que no se encontraba en tierra firme, sino en el mar. La habitación se balanceaba de un lado a otro siguiendo el ritmo de las olas y la marea que se movían bajo ellos. Winter sintió una ligera chispa de emoción en su interior a pesar de la situación tan grave en la que estaba. Siempre soñó con ver el mar y ahora podía, aunque bajo unas circunstancias poco alentadoras. Estaba en la tripulación de un barco pirata como un regalo para el capitán del navío.

Decaído, Winter miró sus manos para calmarse. Tenían marcas de rasguños y sangre seca. Tragó saliva al recordar de dónde había obtenido esa sangre.

Winter empezó a llorar una vez recordó las muertes de sus tres hermanos, quienes habían fallecido intentando protegerlos de los soldados del Rey Elemental. Lemari, Lomari, Kain. Nunca volvería a oírlos reír o discutir de esa manera tan peculiar que tenían. Nunca volvería a abrazar a su padres o a sus hermanos; ni siquiera podría despedirse de ellos mediante el entierro, porque ahora estaba muy lejos. Solo podía llorar al pensar que los cuerpos de sus hermanos estarían varados en medio del bosque congelado para toda la eternidad, alejas de la cripta dónde todos sus ancestros descansaban.

Un chirrido atrajo la atención de Winter, que puso sus enrojecidos ojos en la puerta de madera. Tras unos segundos vio al capitán entrar con un cuenco de agua y un trapo grisáceo. Winter miró al hombre con temor.

-La ropa- habló de repente el capitán, asustando al pequeño peliblanco.

-¿Q-Qué?- preguntó Winter, temor llenando su frágil voz.

-Quítate la ropa. Ya.

Winter empezó a negar con la cabeza, retrocediendo asustado. Se abrazó a sí mismo.

El capitán suspiró con fastidio y se acercó a Winter. Lo sujetó del brazo y obligó al príncipe a ponerse de pie frente a él. Luego empezó a quitarle la ropa de manera agresiva, rasgando la tela con la fuerza de sus manos. Winter sentía las lágrimas en su rostro, cálidos recordatorios del miedo y la humillación en su corazón.

La ropa más fina de toda Invernovale fue jalada con tanta fuerza que Winter se resistió y decidió desvestirse él mismo. Al menos así su ropa no sería destrozada por el pirata bárbaro.

-Y-Yo lo hago.

Winter se quitó la ropa lentamente. Su vestido tenía una fila de botones en la espalda que desabrochó con bastante dificultad. De no ser por su flexible cuerpo, no habría podido quitarse la ropa. Cuando desabrochó todo, tímidamente deslizó la tela fuera de sus hombros. Tuvo que apartar la mirada con un sonrojo cuándo terminó de desvestirse, quedando solo en su ropa privada. Ésta consistía en un corto pantalón de seda que cubría su entrepierna y trasero.

Dulce Principe. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora