La memoria en blanco [Editando]

Carolyne Smith (parte 1)

Capítulo dedicado a todos aquellos que les hace un poco de esperanza en este mundo.

Capítulo especial

Mi historia es parecida a esas que no quieres contar es voz alta, de esas para que nadie más pueda escucharla, es como un ... una estaca que atraviesa el cuerpo a medias, que no termina, en ese entonces yo también creía que nunca iba a acabar.

Aún me cuesta decírselo a los demás, de hecho quiero hacer pasar que en realidad esto nunca ocurrió, pero es imposible tratar de cambiar el pasado, no es como si tuviera una máquina del tiempo para cambiarlo, ni el poder de Harry Potter lo haría, o tal vez sí, bueno, tú ya sabes a lo que me refiero. Aún así, es complicado porque es una historia algo triste de contar, no tiene un inicio en específico, de hecho hasta sigo creyendo que la historia no ha llegado a culminar el "nudo", como si no tuviera un desenlace.

Bueno, creo que hablé de mas y para entender que rollo con todo esto, quiero contarte una larga historia.

En una ciudad pequeña, en la que apenas y podías encontrar una tienda decente, frente a la carretera y un puente no muy lejano, se hallaba un hombre con apenas equilibrio para movilizarse a pie y así llegar a casa, de hecho estaba ebrio, aún en su mano colgaba una botella de licor que amenazaba con abandonar sus dedos, justo antes de abrir la puerta oyó los gritos de furia de una mujer que estaba golpeando a su hija por tercera vez en el día, este solo miró a las dos mujeres discutiendo y pasó de largo.

La niña era pequeña, apenas y tenía cuatro años, sus manos eran más delgadas que una rama y sus piernas eran muy frágiles como para correr, solo le tocaba esperar a que su madre terminara de golpearla para así huir, aunque eso de los golpes ya se había convertido en una rutina, aunque ya se había resignado a llevar una vida que no merecía, ella amaba a su madre. Por supuesto que la niña no sabía de amor ni de odio, sus sentimientos aún eran puros, a pesar de todo, su alma aún no estaba corrompida.

Ella casi ni hablaba, lo único que habían oído sus padres de ella, habían sido llantos y gemidos de dolor, los días eran casi iguales, la niña apenas y comía, estaba obligada a permanecer despierta largas horas, porque tenía que limpiar la casa, para que su madre no la golpeara en el estómago.
Para ella, tan solo oír un: <<Bien, ahora largo.>> era el mayor gesto de aprecio que había recibido.

Era lo más cariñoso que podría escuchar, lo mas parecido a un "Te quiero", de su madre. Era tan solo una niña que quería hacer feliz a esa persona que le dejaba marcas en el cuerpo, porque las "cicatrices sanan" , porque en su mente "probablemente ella, solo estaba enojada" ,por otro lado, su padre era una pesadilla, el simple hecho de mirar a su hija y ver la viva imagen de su esposa en ella, si no fuera por el color de ojos que había sacado de él, seguro ella no estaría viva.

Pero las botellas que se arrinconaban en la esquina de la habitación de su padre, era lo peor.

Ese día la niña se había levantado muy temprano, ni siquiera había mucha luz, pero tenía que sacar las botellas de licor antes de que su padre despertara, subió las escaleras de puntillas, con aún la bolsa que sostenía en sus pequeñas manos y se dirigió hacia el pasillo que conducía a la habitación, se acercó y abrió la puerta sigilosamente, en su campo de visión presenció a su padre aún durmiendo boca arriba, tenía una botella en la mano que colgaba fuera de la cama y otras tres en una esquina detrás de la puerta, había una pequeña cómoda dónde escondía un arma de fuego y los demás cajones para ella era todo un misterio.

Se apresuró para ir por las tres botellas y sin coger la última se retiró de la habitación, luego bajó las escaleras con rapidez y las llevó afuera. Más tarde, fue a la cocina y se escondió  dentro de uno de los cajones hasta que el hombre se despertara y se fuera, porque si llegaba a descubrir que había estado en su habitación, las cosas no irían bien.