capítulo 5

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Steph

La luz del sol entrando por el enorme ventanal molestaba y me obligo a abrir los ojos de golpe <<necesito cortinas oscuras>> me repetí mientras miraba el reloj y maldije al instante, pues apenas eran las seis y media de la mañana

No recuerdo por cuanto tiempo estuvimos riéndonos, pero estaba bien, las mejillas aun dolían y una sonrisa muy dolorosa apareció ante el recuerdo.

Baje a la cocina y encendí la cafetera, coloque unas galletas en un plato, prepare unos huevos y serví jugo.
     —Papá.
Hablé fuerte mientras buscaba a mi padre, entre a su habitación y se encontraba profundamente dormido, y me dolía despertarlo, no supe a qué hora llego, por lo que supongo yo ya estaba dormida.

    —Papá, despierta, el desayuno está listo y apenas te dará tiempo para darte un baño, comer algo y salir corriendo al trabajo.— dije mientras me recargaba en el umbral de la puerta.
    —Cinco minutos.— chillo, provocándome una risita
    —Señor Augustus, creo que no escucho mi orden.— dije engrosando mi voz aparentando ser un coronel de la milicia
    —Señor Diaz, le di una orden.­—grité.

Mi padre me jalo a la cama y una guerra de cosquillas comenzó, <<seguro me dolerán más mis mejillas>>

    —Ya, basta, basta.— dije entre risas.
    —Bien coronela, a desayunar.—dijo mi padre mientras salía de la habitación en un intento de marcha.

El comedor tenía un silencio cómodo, la tranquilidad y el café se respiraba, mi padre y sus chistes malos me acompañaban y aunque solo fuera en esta parte del día, para mi estaba bien.

    —¿A qué hora llegaste?, no te escuche.— cuestione mientras le daba un sorbo a mi taza con café.
    —Llegue a las dos de la mañana, y ya estabas roncando.— ataco
    —Ja-ja yo no ronco.— me defendí
    —Algún día te grabare para que no tengas dudas.—dijo, mi padre, entre risas

Ahora que me daba cuenta no se sentía diferente este lugar, se sentía justo como mi hogar, y si, era porque él y yo lo formábamos.

    —Creo que el jefe está explotándote.— dije llenando mi plato de más huevo.
    —No, fui a cenar con Layla.
    —Comienzo a creer que Layla y tu no solo son compañeros de trabajo. — le lance una mirada burlona a mi padre, lo cual basto para que su rostro se entintara de un rojo carmesí

    —¿Me estas intentando emparejar?, porque, si es así, no pasara, si tienes tanto interés en alejarme, mejor consíguete un novio tu.—las palabras torpes y nerviosas de mi padre me causaban bastante ternura, en verdad se notaba que la ya mencionada mujer le gustaba.

    —No digo eso, tampoco quiero alejarte de mí o esas cosas, solo lo digo, creo que ya has pasado diecisiete años de tu vida preocupándote por mí y has olvidado cuidar de ti, solo deseo que seas feliz, agradezco todo lo que haces por mí, los médicos, las escuelas, la ropa, la casa y todo el esfuerzo que haces por mí, y estoy consciente que si no tuvieras que gastar tanto dinero en medicina y consultas médicas tendrías más dinero, sé que no contamos con cheques o tarjetas que contengan muchos ceros y cantidades inmensas, pero lo que tenemos es efecto, y ahora yo quiero que tu tengas a alguien con quien compartir tu felicidad, claro, además de mi.—las palabras que le dedicaba a mi padre eran las más sinceras, nada me haría más feliz que verlo con Layla e iniciar de cero.

    —Mi felicidad eres y serás tú, mi vida contigo es la mejor y no necesito a nadie más.— las palabras de mi padre movieron algo dentro de mí, aun no sabía cuánto tiempo más viviré y en parte eso me preocupaba.

    —Se que no te debo pedir permiso, pero me gustaría saber tu opinión sobre Layla.— continuo mi padre, y eso confirmaba que mis sospechas eran cien por ciento reales.

La última semanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora