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Regresar a Sheffield representaba volver a verlo, o quizás no, pero lo sería si pasaba por su vecindario. De encontrárselo, esperaba que estuviera casado por su bien o por amor real, no por desesperación y sentirse vacío como el que seguramente le había dejado. No había sabido nada en lo absoluto de él desde que huyó de la ciudad. Tenía el pasaje de tren en mano y no dejaba de leerlo. Siempre llegaba a horario, pero deseaba que no lo hiciera nunca. Tenía puestos los auriculares los cuales estaban conectados a su walkman, así que no escuchó cuando la llamaba, solo sintió que tocó su hombro. Al darse la vuelta, quedó muy sorprendida.

—¿Reha? —preguntó para confirmar si efectivamente era ella. Asintió.

—Hola, Rick —saludó algo ahogada. Intentaba disimular el nudo que se le había hecho en la garganta mientras se quitaba los auriculares.

—Vaya... Tanto tiempo. ¿Cómo estás?

—Eh, bien, bien -miró hacia los lados para ver si él lo acompañaba, pero su viejo amigo la abordó solo- ¿Y tú?

—Bien. Disculpa es que no esperaba volver a verte. ¿Qué te pasó? Desapareciste antes de casarte.

—Yo no... —recordó todo en un segundo— la verdad es que no estaba preparada y acepté casarme. Fui una tonta.

—Bueno. Al menos lo reconoces —dijo algo confundido y no pidió disculpas por ello—. Después de eso, ya no fue el mismo.

—¿Se ha casado? —la bocina del tren se escuchó no muy lejos.

—Si. Pero se divorció. Dos veces —se sorprendió— y ahora está intentando una relación con otra mujer pero, siendo sincero, no le veo futuro.
El tren se acercaba y ahora Reha rogaba que llegara lo más rápido posible. Rick seguía hablándole de otras cosas pero su mente comenzó a divagar entre recuerdos.

—¿Vas a Sheffield de nuevo? —inquirió Rick.

—Si. Tengo que arreglar unos asuntos —ella no lo sabía pero él buscó ver en su mano izquierda algún anillo que finalmente no encontró. Ni siquiera uno de compromiso.

—Será bueno tenerte en la ciudad otra vez. Podríamos salir a almorzar o cenar —la invitó y ella asintió mirándolo a los ojos.

Habían pasado unos años y él ya no era un niño, realmente se había convertido en todo un hombre. Al llegar el tren, tras unos minutos de espera entre que se detuviera, bajaran los pasajeros y anunciaran la próxima parada para pedir los boletos, rogó que Rick no se le acercara. Necesitaba pensar en muchas cosas que debía hacer ni bien llegara y con él hablándole, no iba a poder lograr concentrarse. Levantó la vista para ver si estaba en el vagón que a ella le había tocado, pero nada. Suspiró y sacó los papeles que tenía en un sobre grande guardado en su cartera y comenzó a leer."Desahucio por ejecución hipotecaria" su deber era salvar su casa de la infancia o dejar que el banco se la apropiara. En su regreso a la ciudad, era algo para lo que debía encontrar una solución.

En Sheffield, mientras tanto, Joe cubría su rostro con una careta soldadora. Casi terminaba su turno pero estaba atrasado con un portón que debía ser entregado en esa semana o no vería un centavo y no estaba de humor para perder dinero ni mucho menos soportar a su jefe. Tras terminar su jornada, marcó su tarjeta y salió a tomar el autobús. Estaba hastiado de tanto trabajo, pensó mil veces en que debía cambiar de empleo, pero al menos había dejado de ser un simple ayudante y no sabía hacer otra cosa que soldar, aunque también cantaba y tocaba la guitarra, pero eso era cosa del pasado. De irse a otro lugar, retrocedería en sus propios pasos y de seguro volvería a ser maltratado como cuando no era casi jefe. No quería eso.

Tras bajar del tren, Rick la alcanzó. Curioso, ahondó en el asunto que la mujer debía solucionar en la ciudad y que la hacía regresar. Cuando lo supo, comprendió que tan importante era, él se alarmó.

—Tengo muchos recuerdos de ese lugar.

—Si, yo igual. Pero, sería casi como perder, no lo sé... no tengo idea... perdimos muchos lugares cuando eramos adolescentes, ¿recuerdas? Solo nos quedó todo en la mente.

—A veces cuando paso por alguno de ellos, la refresco y echo mucho de menos aquellos años. Fuimos felices.

—Si. De acuerdo, Rick —dijo viendo a un taxi a cuyo chófer le hizo seña—. Debo irme ahora. ¿Sigues viviendo con tus padres?

—Si. Me están ayudando a conseguir un buen departamento. Aunque mi padre dice que sería mejor una casa.

—Vaya, el rock deja mucho dinero —le dijo sorprendida gratamente.

—Si, ya sabes... somos todos unos rockstars adinerados ahora —bromeó.

Reha abrazó a su viejo amigo mientras el taxista subía la maleta al auto. Cuando estuvo dentro del vehículo, se olvidó de confiarle en que no le dijera nada en caso de que lo viera, pero tenía la esperanza en que mantendría a salvo el secreto de su regreso.

Joe al llegar a su casa, atendió el teléfono que escuchó sonar desde la calle. Era Daisy, quería que fueran a cenar para empezar bien la semana. Los lunes en la noche, solo quería ducharse, cenar y si quedaban fuerzas, ver una película, caso contrario, irse a dormir. A penas si lograba comenzar con los días de trabajo, no le veía caso salir a cenar al principio de ellos. Quería a su novia, pero también quería estar solo sin que ella le exigiera caricias, besos, hacer el amor o simplemente charlar. Había mucho de Reha en Daisy y eso era lo que lo estaba lastimando, porque no quería volver a amar y fracasar por tercera vez en menos de diez años, pero también tenía muchas cosas que lo molestaban y que en su ex novia no existían. Ya no había mujer perfecta para él o así lo sentía. Cada vez la pensaba menos, cada vez imaginaba poco como podía haber sido su vida si Reha no se hubiera ido como lo hizo, pero peor aún y lo que lo martirizaba era no recordar su voz, si era grave o aguda, la textura de su piel, el aroma de sus cabellos, si su respiración mientras dormía era normal o con pausas largas, el sonido del latido de su corazón cuando estaban juntos, su perfume, ese que amaba sentir cuando hundía su nariz en su cuello al abrazarla. Joe fue a darse una ducha; tras vestirse, puso comida en el microondas y se quedó esperando frente al aparato a que estuviese lista. Había rechazado salir con Daisy, pero ella era comprensiva, así que supuso que no habría problema en que al menos lo dejara tener una noche para él. Después de cenar, se quedó dormido en el sillón de su pequeña sala con el televisor prendido. Su vida había cambiado de manera drástica desde que su primera prometida se fuera sin decir a donde y sus compañeros de banda no fueran comprensivos ante su situación de tristeza de la que parecía no iba a recuperarse nunca y lo expulsaran. Aún recibía su porcentaje de ganancias por los discos que eran vendidos, pero no era lo que él quería. No solía soñar con Reha, pero esa noche fue vivido: él llegaba a su casa y ella lo recibía trepándose de su cuello y dándole un gran beso, eso lo hacía más que feliz. Llevaba en su dedo anular izquierdo el anillo que le había dado hacía siete años atrás y se preguntó porqué no se habían casado después de tantos años comprometidos. Se despertó y en el televisor solo había lluvia. Miró en la mesa y vio los catálogos viejos desparramados, latas de cerveza vacías, algún que otro papel viejo abollado. Se refregó los ojos, apagó el aparato y se fue a su habitación donde no encontró a su prometida. Eso le rompió el corazón. Esos malditos sueños volvían a parecer reales y a pesar de los años, dolían como la primera noche.

Kick Love Into MotionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora