XX

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Recuerdo que éramos la noche,
la noche y el día,
la noche de aquel día,
aquel día por la noche,
tus ojos verdes iluminaban la Gran Vía,
mientras los míos reflejaban el choque de las Torres Gemelas,
las ruinas de tus caderas,
o que tus caderas eran mi ruina.
Solo existía entre nosotros el humo de un cigarro que decía: "suicidio",
tres pasos,
y un par de veranos,
o quizá el naranja otoñal de una tarde en tu cama,
incluso el calor de unos labios (ojalá los tuyos),
una mañana de enero.
No quiero entretenerte,
entretenernos,
con mis palabras baratas
no quiero decirte nada, y así decirlo todo.
¡Cuántas primaveras me habría perdido en esos ojos!
¡Cuántas flechas me habría clavado para al fin, encontrarte!
Así que,
contemplemos el humo que sale
del chocolate que son mis ojos,
o para dejarnos de metáforas estúpidas,
de tu cigarro suicida,
que yo te invito a dejar en nada esos tres pasos,
el par de veranos,
el naranja otoñal de una tarde en tu cama,
y el calor de unos labios, (ojalá los tuyos)
una mañana de enero.

1001 formas de quedarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora