Quizá él era lo más impredecible que se puede llegar a conocer nunca, como una lluvia torrencial en una época angustiosa de sequía, él tenía la cura siendo a la vez la herida, poseía en poesía mi libertad siendo sus brazos mi jaula. Era la sensación de una montaña rusa, el primer beso todos los días, el verano un treinta y uno de diciembre, el primer olor a playa de junio, una obra de Shakespeare, el café de madrugada y el chocolate caliente por las noches.
Él era mi media sonrisa y mi vida entera, el frescor mentolado de un chicle, la brisa fría de junio, él era una fiesta en Madrid, un día en la playa, llegar a la cima de una montaña; de besos, que hay en su espalda, el miedo preliminar a lo desconocido y el placer de haberlo encontrado.
Con él, los apretones de manos y el "encantada de conocerte" eran sinceros, tanto como cada tonto te quiero murmurados en las situaciones más tranquilas, como un mediodía de cama y besos, como un refresco en pleno agosto.
Él era la persona más contraria que para mi existía, y amaba sus defectos, los besaba aunque cortaran, como si mis labios curaran sus heridas.
Era el deseo de una vela de cumpleaños, el anhelo de todos los primeros de enero, el brindis prometedor de una boda, o una piscina a medianoche como meter los pies en agua helada, como sus manos bajo mi camisa, o el frío de una mañana de invierno si no es él quien cubre el lado derecho de mi cama.
Era una mirada tímida en el autobús, un poco de sexo en un lugar extraño, una ducha juntos y el olor de la almohada al despertarse.
Él era la llave de todos los candados que hay en París, el monumento más destrozado de Roma, mientras yo era las ruinas del muro de Berlín cuando sonreía. Era el chico más silenciosamente ruidoso de CALLAO, la nube de tormentas en SOL, la paz del Retiro y lo más interesante de la Plaza Mayor. Y en fin, él era, y yo era, porque él siempre fue, y yo soy porque él es, y era, el amor fugaz de todas mis primaveras.

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1001 formas de quedarse
Поэзия“No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo”. Oscar Wilde.