Johnny siempre había sabido de su orientación sexual, bueno, desde sus últimos años de primaria en realidad, siempre supo que sus gustos no eran como los de los demás niños, pero desde que lo entendió nunca había tenido la oportunidad de enamorarse de alguien, no le molestaba ese hecho, pero su corazón se preguntaba con continua ansiedad cómo se sentía amar a alguien con tanta ilusión, entusiasmo y fervor que te sintieras morir.
Aunque se conformaba con solo contarle a Bobby, su mejor amigo, sobre sus más íntimos deseos e ilusiones... Podría decirse que aunque Johnny quería tener la oportunidad de amar a alguien estaba bien con solo tener aquel sueño y esperar a que sucediera, además alguien tenía que ayudar a su mamá con sus hermanos, tenía que ayudarlos después de la tragedia que había sucedido con Sid, su segundo esposo, porque definitivamente no estaba siendo fácil ni para él ni para sus hermanos, y si así se sentía él para su mamá debe de ser mil veces peor.
Cuando Laura le dijo a Johnny que se mudarían a California para comenzar su vida desde cero no estaba seguro de querer hacerlo, pero tenía que aceptarlo, ya tenía su vida hecha en Newark, y sabía que sería difícil iniciar una vida en un nuevo lugar con la gran timidez que cargaba, aun así, trato de llegar a su nuevo hogar con un fuerte positivismo.
El departamento donde vivirían en Reseda era colorido, aunque no tanto como su antiguo hogar, las paredes pintadas de lila y con muchas plantas en los pasillos, le gustaba, y por dentro todo parecía ser realmente reconfortante, era la calidez que necesitaba desde hace un tiempo. Dejó la última caja con sus cosas dentro de su nueva habitación, las arrinconó en una parte de la habitación y se recostó en su cama sin sábanas para descansar de aquella tarea tan agotadora, necesitaba un respiro, soltó un gran suspiro, cerró sus ojos por unos segundos y al abrirlos dirigió su vista hacia el techo, analizando detalladamente el color del que estaba pintado, aunque no fuera interesante, comenzaba a relajarse... Eso sólo le duró 5 minutos.
- ¡Johnny! - llamó Laura - ve a abrir, están tocando la puerta.
- ¡Si, ya voy ma! – gritó el ojiazul como respuesta.
El chico se levantó de su cómoda cama aún sin sábanas, frotó su rostro con las manos y se levantó lleno de pesadez en dirección a la entrada del departamento, tomó la perilla y abrió.
Quién había llamado a la puerta era un chico de cabello negro, piel apiñonada, además solo unos centímetros más bajo que Johnny, llevaba un pastel de chocolate en sus manos y en la comisura de sus labios tenía un pequeño rastro de la cubierta de aquel postre, delatando aún más lo evidente, que no había podido resistirse a aquella delicia que cargaba en sus palmas. Sería una mentira decir que no había dejado embobado a Johnny en cuanto lo vio.
Para el hijo mayor de Laura aquel chico que había llamado a su puerta era un ángel caído del mismísimo cielo.
— Hola — saludó el rubio.
El otro chico soltó un pequeño sonido extraño por la sorpresa e hizo lo mismo que Johnny.
— Oh, hola — dijo el pelinegro — ¿Qué onda? Mi tío Louie me pidió que les diera este pastel.
Y entonces la mirada de Lawrence no podía apartarse de aquel desconocido que resultó ser su vecino.
— ¿Hola? ¡Hola!
— Este... ¡Si! Perdón — contestó rápidamente Johnny— Eh... Me perdí, ¿Qué pasó?
— Si me di cuenta — el chico pelinegro le regaló una sonrisa al más alto, luego extendió el postre hacía el ojiazul— te decía, mi tío los quiere invitar a comer pues para darles la bienvenida y todo esa formalidad con los nuevos vecinos, entonces me pidió que les trajera esto.
Aunque el pastel nunca llegó a ser degustado por la familia proveniente de Nueva Jersey.
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La pastelería de la familia LaRusso era demasiado linda a la perspectiva de Johnny, lleno de una decoración alegre y aroma a pan recién horneado, sin duda el favorito del joven Lawrence.
— Vivíamos en Newark — empezó Johnny— pero mi mamá quiso comenzar de nuevo aquí.
— ¿Comenzar de nuevo por qué o qué?
— A mi mamá no le gusta que hablemos de eso.
— Está bien, no hay problema, no te preocupes.
Hubo unos pequeños segundos de silencio incómodo entre ellos, la charola cada vez estaba más llena de pastelillos y la atención del chico LaRusso estaba sobre aquellos alimentos, si no quería que la conversación acabará, así como si nada tenía que decir algo.
— Entonces... — comenzó Johnny— ¿En serio sabes Karate?
— Si, en serio — Daniel le dedicó una cálida sonrisa de nuevo al ojiazul— el señor Miyagi me enseñó desde que era un niño, después de la muerte mi papá el señor Miyagi se acercó a mí y me trato como a un hijo.
— Lo siento.
— No te preocupes eso fue hace mucho tiempo, yo tenía 8 años.
Así la conversación pudo seguir un poco más hasta que tuvieron que separarse e ir a sus respectivos hogares, además aún faltaba un poco para la comida con los LaRusso, sus vecinos. Pero para Johnny el haber conocido a Daniel le había sido más que suficiente en todo el día, las mariposas que comenzaba a sentir en su estómago se lo indicaban.
Las palpitaciones de su corazón iban cada vez más rápido, y así Johnny comenzó a aceptar que lo que sintió por Daniel era amor a primera vista.
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Cure me, Dany (LawRusso) [Adaptación]
Fanfic- ¿Cómo puedo no morir? necesito una respuesta, señor Miyagi. - Daniel es la medicina, Johnny.