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[CAPÍTULO TRECE:

LA VERDAD]

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𖡡 HOSPITAL
Abby Devis Pov


El reloj marcaba las 4 de la mañana. El hospital estaba silencioso, con solo el zumbido bajo de las luces y el ocasional sonido de pasos apresurados de los enfermeros.

Pero para nosotros, la espera era insoportable. Llevábamos horas sin noticias sobre John B, y cada minuto que pasaba, la tensión en la sala de espera aumentaba.

Sarah caminaba de un lado a otro, mordiéndose las uñas.

—Chicos… ¿y si no despierta? —preguntó con la voz temblorosa, deteniéndose frente a nosotros.

Mi paciencia, que ya era escasa, llegó a su límite. Me puse de pie, sintiendo una oleada de ira subir por mi pecho.

—¿Y si no despierta? —repetí con incredulidad—. Tú lo pusiste en esta situación, Sarah. Si no lo hubieras involucrado en tu relación tóxica con Topper, ahora no estaría en una maldita camilla de hospital.

Sarah me miró con los ojos llenos de lágrimas, pero no me conmovió.

—Abby, yo nunca quise que esto pasara— murmuró.

—¿Nunca quisiste? —intervino Kie, cruzándose de brazos—. Eso no cambia el hecho de que siempre estás en el centro del problema. Eres como un maldito huracán: donde quiera que vas, arrasas con todo.

Sarah dejó de parecer asustada. Sus ojos se endurecieron y su postura cambió, como si la culpa que había mostrado segundos antes se desvaneciera.

—¿Y tú no te cansas de joder? —soltó con furia—. Desde que me conoces, has hecho de todo para hacerme la vida imposible. ¿Por qué? ¿Porque no pertenezco a tu grupito de “Pogues”?

—¡No tiene nada que ver con eso y lo sabes! —exclamó Kie— Eres una mala persona

Sentí cómo la rabia de Kie llenaba el ambiente. Había heridas ahí que nunca habían sanado, cosas que ambas se negaban a enfrentar.

—No puedo seguir escuchando esto —dijo Sarah, apartando la mirada—. No importa lo que diga, ustedes siempre me culparan a mi

Solté una risa seca —No necesitamos culparte, Sarah. Tus acciones hablan por sí solas.

El aire se cortaba con la tensión cuando la puerta de la sala se abrió de golpe y una doctora salió con una carpeta en mano.

—¿Acompañantes de John B Routledge?

Todos nos apresuramos hacia ella.

—¡Aquí! —dijimos al unísono.

—¿Cómo está? —pregunté, sintiendo mi corazón latir con fuerza.

—Mucho mejor —respondió la doctora con una sonrisa tranquilizadora—. Despertó hace unos minutos, pero necesita descansar. Mañana podrá irse a casa. Tiene una contusión y una fractura en la muñeca, pero con los cuidados adecuados, se recuperará sin problemas.

𝐏𝐑𝐄𝐓𝐓𝐘 𝐋𝐈𝐄𝐒 【𝐎𝐁𝐗】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora