Capítulo 8

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En una habitación, Invasor se encuentra fumando en la cama, México se sienta un lado suyo. Ahora tiene más moretones que antes. Su cara parecía más perversa, pero a la vez confundida. Invasor le dejó cicatrices en las piernas para marcarlo como suyo.

—Dime México, ¿así es como te conseguías la amistad de los países? — le pregunta Invasor.

—No me hagas reír— le responde México con una sonrisa burlona— No soy tan idiota.

—¿Qué me dices de Rusia, Canadá y USA? — le pregunta Invasor borrándole la sonrisa en su rostro.

—¿Qué hay con ellos? — pregunta México.

—Sé que eres respetado por los otros países, pero ellos tres parecen preocuparse mucho por ti— responde Invasor.

—Eso no es asunto tuyo— dijo México.

Invasor le da un puñetazo tumbándolo al suelo, se acerca para poner su cigarrillo sobre el brazo de él y dejarle una quemadura. México se repone.

—Me sorprende lo fuerte que eres— dijo Invasor.

—Agradécele al viejo de España— señala México.

—Dejándonos de bromas, dime todo lo que sepas de los otros países— dijo Invasor— Hasta ahora solo me has hablado de USA, pero de los otros nada.

—Tú solo viniste a mí por USA, ¿Por qué debería darte información sobre ellos? — pregunta México.

—Escúchame bien, México— dijo Invasor tomándolo del cuello— Me fue difícil sacarte información y obligarte a estar de mi lado. Quiero que me digas todo lo que sabes de ellos.

—Prefiero morir antes que traicionarlos— expresa México.

Invasor lo tira al suelo nuevamente para luego patearlo en la panza.

—He leído tu historia. Sé que tú no eres alguien que inicia guerras. Que solo atacas si alguien te provoca— explica Invasor para luego sacar unas pastillas— Afortunadamente, gracias a esta droga, puedo activar ese instinto de pelea en ti.

México intenta luchar, pero Invasor es muy fuerte y lo obliga a tragarse las pastillas.

Ya en la tarde, México e Invasor caminan por el bosque cuando en eso aparece Canadá con un hacha.

—Oh, Canadá, no esperaba verte— dijo Invasor— Vienes a unirte a nosotros.

—Solo me uniré si me lo pide México— dijo Canadá con una sonrisa.

—Anda México, dile que se una a nosotros— dijo Invasor.

Pero México hace caso omiso. Canadá comienza a tener un recuerdo de cuando México fue a visitarlo. Al principio había ido por cuestiones políticas, pero Canadá lo invitó a quedarse más tiempo para que conociera su tierra.

En esa visita, Canadá lo había llevado a ver un partido de hockey, a patinar sobre hielo. Le enseñó mucho sobre su cultura, pero México no parecía estar interesado.

—¿Por qué no te sorprende? — pregunta Canadá.

—Porque siento que me lo presumes en la cara— responde México.

—Eso no es cierto— aclara Canadá.

—No te ofendas, pero tu tierra se parece un poco a la de USA— señala México.

—Sabes que odio que me comparen con él— señala Canadá.

—Como sea, sé que quieres algo de mí— dijo México.

—¿Por qué piensas eso? — pregunta Canadá. México lo mira con decepción— De acuerdo, tienes razón, si quiero algo de ti.

—Podrás engañar a otros países, pero yo he pasado por muchos engaños que ya sé cuando alguien solo busca algo de mí— dijo México.

—Solo quiero saber que más puede dar— dijo Canadá— Sigo sin entender porque sigues siendo amable. La mayoría te quita recursos, pero tú sigues siendo amable. ¿Por qué lo haces? ¿No te cansas de ser amable?

—Tan solo ofrezco mi amistad— aclara México.

—Solo lo haces porque tienes miedo de que te hagan algo— dijo Canadá.

—¿Crees que no puedo defenderme? — pregunta México.

—Tal vez, aunque, pensándolo bien, tal vez sientan lástima por ti— responde Canadá.

México lo mira con odio hasta que una tormenta de nieve llega hacia ellos. Canadá lo lleva a su casa para estar a salvo, pero en el camino Canadá se resbala y se golpea la cabeza quedando inconsciente.

Al despertar, ve a México ofreciéndole chocolate caliente. Le dice que ya esta la cena y lo lleva hacia la cocina donde ve muchos platillos mexicanos calientitos. Canadá los prueba y queda fascinado. Ve a México servirse salsa y le pide un poco.

—¿Estás seguro? — le pregunta México con una voz burlona.

Canadá asiente a lo que México le da la botella de salsa. Una vez que lo prueba, la boca de Canadá arde y va rápidamente por el bote de leche para tomársela por completo mientras México se ríe.

—¿Cómo es que no te pica? — pregunta Canadá.

—Tal vez sea un país tercer mundista, pero he aprendido a superar mis límites— responde México— Cuando a ustedes, los del primer mundo, se les rompe algo, tan solo lo remplazan por algo nuevo. Mientras que yo, buscó la forma de repararlo reciclando cosas.

—¿Qué me dices del clima? — pregunta Canadá— He visto lo mucho que se tardan en tu país para arreglar un derrumbe.

—Es verdad, pero tratamos de verle el lado bueno. Por ejemplo, en una inundación los mexicanos tratamos de usarlos como alberca— explica México— Mi gastronomía puede adaptarse a los diferentes climas.

—Me has impresionado, México. ¿Qué más ocultas? — pregunta Canadá con una sonrisa seductora.

—Más de los que tú crees— señala México guiñándole el ojo.

Una vez de haber terminado de comer, se van a la sala a ver una película. Canadá le acaricia la pierna. Al principio México se siente incómodo, pero luego Canadá le acaricia el rostro y le dice lo especial que es. Canadá lo besa en los labios.

Ambos se van a la cama. Canadá esta muy entusiasmado ya que es su primera vez. Sospecha que para México no lo es ya que parece tener experiencia. México enreda sus brazos sobre el cuello de Canadá.

—¿Estas seguro de esto? — le pregunta Canadá.

—Wey, solo cállate y hazlo— responde México.

Una vez de vuelta al presente, Canadá se acerca lentamente a México mientras Invasor retrocede un poco.

—Ya me preguntaba cuando aparecerías— señala México.

—Me alegra saber que aun te acuerdas de mí— expresa Canadá.

Canadá levanta el hacha e intenta matar a Invasor, pero México lo detiene con un machete haciéndolo retroceder. Canadá le da una última advertencia pero México ni se inmunda.

Recuerdos AgridulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora